La Armuña y Ciudad Rodrigo, las zonas más propicias de la provincia para el cultivo de trufa negra y blanquilla

Un estudio realizado desde la Universidad en colaboración con la Diputación de Salamanca y diversas entidades locales logra determinar las áreas cuyas condiciones naturales favorecen el crecimiento de este auténtico tesoro de la tierra

 La Armuña y Ciudad Rodrigo, las zonas más propicias de la provincia para el cultivo de trufa negra y blanquilla
La Armuña y Ciudad Rodrigo, las zonas más propicias de la provincia para el cultivo de trufa negra y blanquilla

La Armuña y alguna zona en Ciudad Rodrigo son las zonas de la provincia en las que se dan las condiciones idóneas para el cultivo de trufa negra y trufa blanquilla respectivamente, dos especies de hongos de entre las más cotizadas del mercado.

Lo deja claro un estudio liderado por Cipriano Valle, del departamento de Botánica de la Universidad de Salamanca, y en el que han colaborado la Fundación Naturaleza y Hombre, el Ayuntamiento de Peralejos de Abajo, la Mancomunidad de Vitigudino, Asaja, el Ayuntamiento de Aldeatejada, la Asociación para el Desarrollo de la Comunidad de Ciudad Rodrigo (Adecocir) y el Grupo de Acción Local Nordeste de Salamanca.

El trabajo, integrado en la primera convocatoria de Proyectos de Investigación orientados a ofrecer soluciones tecnológicas al sector primario en el que colaboran la Diputación de Salamanca y la Usal -a través de su Vicerrectorado de Investigación y Transferencia-, señala también a la comarca de las Villas, las Guareñas, Tierras de Peñaranda, Tierras de Alba y Campo de Ledesma como otros territorios en los que también se dan -aunque no en la misma medida que en la Armuña- las condiciones necesarias para que también prosperen esos cultivos.

Características del suelo

Tras analizar los suelos de la provincia charra, el grupo de investigación determinó que el suelo idóneo para poder garantizar el éxito del truficultura ha de ser de caliza activa, con arena y también algo de arcilla, cierta inclinación del terreno, un pH entre 7,5 y 8,5 y una precipitación total de entre 400 y 1.500 litros por metro cuadrado, que en época estival reduciría el margen a una horquilla de entre 75 y 185 litros.

El proyecto de investigación pretende poner de manifiesto el gran potencial de una provincia como Salamanca, sin tradición de recolección de trufas y sin presencia silvestre de estas especies, “pero con demostrada capacidad para producirlas”. Además, trata de abrir una nueva vía de cultivo a los profesionales del campo por lo que pone a su disposición mapas potenciales “imprescindibles para la planificación del cultivo de trufas”. La idea es que esos mapas sean capaces de señalar aquellas zonas de la provincia de Salamanca en las que se pueden lograr cultivos de estas dos trufas sin tratamientos especiales del suelo.

Históricamente, la obtención de estos hongos se concentra mayoritariamente en la zona este de la península, localizándose allí la producción silvestre. Sin embargo, mediante diferentes técnicas de cultivo se están consiguiendo introducir en zonas en las que no se encuentran de modo natural.

España no es un país con una larga tradición de consumo de trufas, pero, paradójicamente, es el segundo productor mundial de trufa negra de invierno siguiendo muy de cerca a Francia. La truficultura es una actividad a largo plazo pues las plantaciones no suelen comenzar a producir antes de los 5-7 años y pueden mantenerse en producción hasta 40-50 años; más aún si se realizan las convenientes labores de rejuvenecimiento, principalmente los aclareos. Puede entenderse fácilmente que la correcta selección del terreno es vital para evitar fracasos y años de trabajo e inversión perdidos.

Múltiples ventajas

A juicio de los expertos este posible cultivo, tiene gran importancia social para la provincia tanto en lo económico, pues se trata de un producto de calidad, natural y ecológico, como en lo social -teniendo en cuenta la promoción de comarcas en declive y zonas improductivas- y lo ecológico, dado que permite la recuperación de superficies forestales que se roturaron en su día para la agricultura (subsistencia) y retoman la vocación forestal. A la vez evita la erosión del suelo, actúa de cortafuegos natural y contribuye a la reducción de emisiones de CO2.

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