El ARN o ácido ribonucleico forma parte del proceso que transforma la información contenida en el ADN (ácido desoxirribonucleico) en las proteínas que necesitan las células para cumplir sus funciones. Si la cantidad de ARN no es la apropiada, puede haber problemas que deriven en enfermedades, así que un grupo de científicos de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) está estudiando cómo se regula la destrucción de esta molécula una vez que ha cumplido su función. Para ello, cuentan con la colaboración del Instituto de Biología Funcional y Genómica (IBFG, centro mixto del CSIC y la Universidad de Salamanca).
 
“La información está almacenada en el ADN, pero antes de que las células la puedan utilizar se tiene que copiar a otra molécula, que es el ARN”, explica en declaraciones a DiCYT (www.dicyt.com) Juan Mata, científico de la Universidad de Cambridge que ha visitado el IBFG en el marco del proyecto que ambas instituciones tienen en común y que ha ofrecido un seminario de investigación en el que ha explicado su trabajo.
 
Como existen muchos tipos de células, no se copia toda la información del ADN, sino una pequeña parte de acuerdo con las funciones que se necesitan en cada caso y se pueden hacer muchas o pocas copias. Es decir, que el proceso es complejo, así que “para controlar la cantidad de información que tiene una célula, a veces se copia la información, pero también se destruye”. En definitiva, el ARN “por una parte se está fabricando y por otra parte se está destruyendo”, de manera que la cantidad total de información que tiene una célula en un momento dado depende de lo rápido que se crea y se destruye.
 
Ese nivel de información que tiene la célula determina cómo se comporta. Si es demasiado alta o demasiado baja, “las células no se comporten de una forma normal y eso acaba causando enfermedades”, comenta el experto. Estas anomalías se pueden traducir en enfermedades del sistema inmunitario, por eso es importante estudiar los procesos que regulan el ARN. Por ejemplo, “las células se mandan señales entre sí, pero si tienen niveles demasiado altos de la información para fabricar estas señales, las producen en mayor medida de lo normal y pueden ocasionar una patología”.
 
El laboratorio de Juan Mata trabaja con un organismo muy sencillo, la levadura Schizosaccharomyces pombe. “Lo que aprendemos con ella va permitirnos descubrir conceptos e ideas que después se pueden aplicar a organismos más complicados, como el del ser humano”, apunta. En concreto, trabaja con proteínas que regulan la destrucción de las moléculas de ARN. “Impiden la destrucción de ARN, de forma que sus niveles se mantienen mucho más altos durante un tiempo más largo”, explica. Además, también existen reguladores con el efecto contrario, que hacen que se destruya más deprisa. Cualquiera de los dos casos, la predominancia de unos reguladores o de otros, puede ocasionar problemas, porque “las células necesitan tener los niveles adecuados”.
 
Colaboración
 
En este contexto, el Departamento de Bioquímica de la universidad inglesa trabaja en colaboración con el grupo que lidera Sergio Moreno, director del IBFG. “Tenemos un proyecto en común porque ellos también estudian moléculas que intervienen en el ciclo celular, en concreto, moléculas que regulan cómo se reproducen las células”, comenta. Dentro de esta investigación, los científicos del centro salmantino han encontrado ciertos reguladores que, en principio, “también podrían controlando cómo se destruye ARN”.
 
En la actualidad, un estudiante del IBFG está en Cambridge para trabajar con el equipo de Juan Mata en este campo. El equipo de Sergio Moreno es especialista en “entender cómo se reproducen las células y cuáles son los mecanismos que regulan ese proceso”, señala Juan Mata, “y nosotros somos más especialistas en entender cómo se destruyen los ARN”, así que “estamos buscando sinergias para conectar los dos campos”.
 
Por otra parte, este investigador español de la Universidad de Cambridge ha comentado también cómo desde el extranjero se ve con preocupación el momento por el que atraviesa la ciencia en España. ”La situación se ve muy mal y es una pena, porque es muy fácil destruir un grupo de investigación por no tener fondos durante muy poco tiempo, mientras que construir uno lleva muchos años”. Aunque en Reino Unido también se nota la crisis económica, “es mucho menos fuerte que en España. Han disminuido los fondos, pero no de una forma tan drástica, no tiene nada que ver”, asegura.

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