Por otra parte, este pasarriendas también es un ejemplo extraordinario de la calidad de los talleres dedicados a los pequeños objetos de bronce, probablemente itinerantes, que poblaron el noroeste de la Hispania tardía. La pieza, que es testigo de este tipo de comercio, fue hallada en Cimanes de la Vega de manera fortuita en una villa romana no excavada, pero conocida por diversos restos que también han aparecido en la zona, tales como cerámica, fragmentos de vidrio o de mosaicos.

Aunque este tipo de objetos eran empleados para conducir las riendas de los caballos en los carruajes de guerra, otros estudios confirman que pudo ser utilizado en el sistema de amortiguación de dichos carros, a través de un mecanismo de cinchas de cuero, una especie de fajas empleadas en la sujeción del carro al caballo.

Además de su uso práctico, lo que convierte en valiosa la pieza es su ornamentación. La estructura de sujeción de las cuerdas, formada por hojas de acanto, se remata con una escena de caza típica de la antigüedad clásica: un felino apresando a un bóvido. Se trata de una representación importada del Mediterráneo oriental y empleada en piezas funerarias en la Meseta a partir del siglo III d.C.

Este pasarriendas es un magnífico ejemplo del cuidado de los romanos en la elaboración de las piezas más sencillas y de su influencia en todas las facetas de la vida cotidiana en las zonas que ocuparon durante siglos, influencia que ha perdurado en el tiempo y que tiene su reflejo también en la actualidad.

Los visitantes que se acerquen al Museo de León, desde hoy y hasta fin de mes, conocerán esta pieza más detenidamente, entre todos los bienes del Museo, a través de las visitas guiadas gratuitas que se celebran de martes a domingo a las 12.30 horas. 

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