La exposición muestra cómo la escena del Nacimiento se ha introducido en cada ciudad, en cada pueblo, en cada hogar, aportando en ocasiones matices folclóricos en función del paraje que lo acoge e incluso de quien lo monta. Así, se puede contemplar a la Sagrada Familia y a los pastores entre calles madrileñas, catalanas y salmantinas, en el interior de una casa asturiana o en un paisaje andaluz. Catorce escenas que se abren como pequeñas ventanas a los diferentes episodios antes y después del alumbramiento de Jesús de Nazaret. Por cierto, con la mula y el buey, después de que el último libro del Papa haya negado la presencia de estos animales en la histórica escena.
Paisajes y arquitecturas enmarcadas como cuadros que acogen ese discurso de cambio continuo en las costumbres, y de adaptación de los espacios que tan habitualmente quedan limitados en los hogares. Belenes-cuadro que por una parte unen creencias, tradición e historicismo y por otra los estilos y decoraciones como pieza ornamental de una casa. Como si de una narración se tratase, las últimas salas abren su espacio al horizonte de Belén, situando al espectador desde las murallas de la ciudad, un paisaje que se pierde en la lejanía, señalando el largo camino recorrido por los Reyes Magos.
Ordenados en dos espacios, se localizan diversos episodios, en los que se acentúa la actividad humana en la cotidianeidad de sus gentes dentro del entramado urbano y en el entorno rural. Se suceden los paisajes entre zonas desérticas, palmerales, tierras de cultivo y hasta construcciones modernas, cruces de caminos, tierras surcadas por agua, y esplanadas como lugares de encuentro, juego, trabajo y aprendizaje. De hecho, se promoverán visitas escolares durante el tiempo que permanezca la exposición.
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