El salmantino Javier García ya tiene una proeza que contar en el futuro a sus hijos, nietos y demás familia. En tan solo 27 días, algo menos de un mes, pedalada tras pedalada ha recorrido cuatro mil kilómetros que le han llevado hasta la siempre fría Moscú (Rusia). Recién aterrizado, relata en primera persona para SALAMANCA24HORAS una experiencia que comenzó el pasado mes de julio y a la que ha puesto fin con un éxito indiscutible.

Aficionado a esto del ciclismo, ?Javi? dedica gran parte de su tiempo libre a montarse encima de su bicicleta para así abandonar la capital del Tormes en busca de las bellas carreteras y caminos que vertebran la Sierra. ?Me encanta salir en bici. Suelo salir con los amigos casi todos los fines de semana a la Sierra. Es otra forma de viajar?, apunta.

Este viaje, que tuvo como punto de inicio la localidad vasca de Irún, nació de un simple reto personal surgido de la ambición de un apasionado del deporte. ?Quería hacer algo importante y había que buscar un destino que estuviera relativamente lejos. Quería que la meta fuera un sitio emblemático y que además el viaje tuviera un punto de aventura?.

Pese a enfrentarse a alrededor de 150 kilómetros diarios, dice no haber seguido un entrenamiento especial. ?Yo seguía saliendo los fines de semana con los amigos y asiduamente para ir acostumbrando el cuerpo. La mayor duda que se me planteaba era si iba a ser capaz de aguantar. Luego he pasado pocas dificultades, porque he tenido la suerte de que además ha hecho buen tiempo salvo en Alemania, que me vino la lluvia y el frío?.

Francia, Alemania, Polonia, Lituania, Letonia y Rusia fueron conquistadas por el salamantino en un viaje que tampoco estuvo exento de avatares. ?Lo más duro, quizás, fue cuando me tocó empezar a pedalear solo. Fui acompañado por mi hermano hasta Varsovia. Pasaba bastantes nervios cuando te tocaba cruzar las fronteras por tierra y sobre todo cuando me iba aproximando a los países del este. En Polonia me tocó dormir al raso porque no encontrábamos camping. Las dificultades con el idioma, además, siempre son graciosas?.

Dejando a un lado el esfuerzo necesario para alcanzar Frankfurt, Dresde, Varsovia, Vilna o la propia Moscú en bicicleta desde España, lo que queda es la satisfacción. ?Llegar bien a meta es una satisfacción enorme. Impresiona entrar en una ciudad de quince millones de habitantes. Todavía no eres conscientes de dónde has llegado hasta verte en la Plaza Roja. Ahí es cuando disfrutas y empiezas a darte cuenta de dónde estás porque es la primera vez que no tienes prisa en todo el viaje?. Ahora, tiempo de pensar en nuevos ratos ?porque la cabeza siempre está pensando cosas?.

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