Los pronósticos no eran buenos. Todo apuntaba a que una tromba de agua, acompañada por una tormenta eléctrica, caería sobre Zamora pasadas las diez de la noche. Pero los temores se quedaron solo en eso, en temores, y no en realidades. Tan solo unas gotas sobre las diez de la noche hicieron peligrar la tradición del fuego purificador de la hoguera de San Juan. 

Pese a que la tormenta obligó a suspender el espectáculo posterior, el Ayuntamiento decidió que la hoguera sí debía ser encendida. Por eso, y con casi media hora de retraso, la hoguera ubicada en el aparcamiento de la Ciudad Deportiva Municipal se tornaba en realidad para júbilo de jóvenes y mayores. Hubo quien aprovechó la coyuntura para lanzar sus apuntes, otros para lanzar sus deseos y otros muchos simplemente para mira fijamente al fuego y echar la vista atrás después de un año de esfuerzos. En definitiva, conjuros, tradición y deseos, en uno.

A medida que la hoguera se consumía, también lo hacían los malos recuerdos y se reforzaban los buenos deseos para los próximos trescientos sesenta y cinco días. El fuego estuvo controlado en todo momento por varias dotaciones de bomberos y como suele ser habitual en los últimos años, la zona de la hoguera se cerró para que nadie pudiera saltar las brasas. Una tradición que ofrece protección durante todo el año a quien logra saltar el fuego, pero que dese hace mucho tiempo ha quedado prohibida en la celebración municipal. 

Además de los bomberos, también velaron por la seguridad de los zamoranos varias patrullas de la Policía Local, Protección Civil y Cruz Roja.

Alrededor de la una y media de la mañana, el aparcamiento de la Ciudad Deportiva comenzó a perder número de efectivos. Zamoranos que decidían retornar a casa después de celebrar según manda la tradición el mágico Solsticio de Verano.

 

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