Al otro lado de la frontera, el vecino portugués sabe hacer bien las cosas en la mesa y exhibe una producción agroalimentaria muy apreciada por estas latitudes. El nombre comercial no es casualidad.
Para darlo a conocer, nada mejor que utilizar el espacio de innovación de la Universidad de Salamanca. También para demostrar, entrando por el estómago, que aún hay margen para innovar en el sector agroalimentario; que todavía es posible buscarse un buen aliado portugués para dar de comer a dos países sin nada que envidiar a las grandes distribuidoras y que puede hacerlo un equipo de jóvenes sin necesidad de tubos de ensayo ni sesudas fórmulas científicas. Dar bien de comer no tiene secretos; solo hacen falta buenos productos y un poco de confianza en lo que España y Portugal son capaces de lograr cuando arriman el hombro.
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