El Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente pone de manifiesto en un informe sobre consumo alimentario que la crisis está modificando notablemente los hábitos de consumo de productos de alimentación de los españoles. Por primera vez desde 2004, cuando se hizo por primera vez un estudio similar, que los precios sean bajos es el primer factor que los consumidores tienen en cuenta para decantarse por un determinado establecimiento.

Según informa la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), un 62% de los consumidores sondeados considera ahora que el precio es la principal causa que determina su elección, mientras que en 2007, cuando la crisis sólo comenzaba a atisbarse, el porcentaje era del 34%, casi la mitad. Otro aspecto que se tiene cada vez más en cuenta es la atención al cliente, que ha pasado de valores entre el 20% y el 25% en los últimos años al actual 34,9%.

En cuanto a cómo han evolucionado las ventas de productos alimenticios según el canal de distribución, es el comercio tradicional el que más está sufriendo. El pasado año, sus ventas de productos frescos han caído un 2%, pero las de artículos no frescos lo han hecho un 4,7%. Por el contrario, supermercados y tiendas de descuento suben en ambas categorías, tanto en alimentación fresca (4,4%) como en no fresca (3,9%). El porcentraje en frescos es casi igual en los hipermercados (4,5%), aunque éstos retroceden en el resto de alimentación (-1,9%).

Ahora, el 90% de los productos no frescos se venden en supermercados, incluyendo autoservicios, hipermercados y tiendas de descuento, mientras que las tiendas tradicionales, aunque caen, continúan siendo el principal canal de venta de productos frescos, con un 38,3% de las ventas. Pese a ello, hipermercados, supermercados y tiendas de descuento, combinadas, presentan actualmente más cuota de mercado, con un 47,5%, de modo que continúa el proceso de pérdida de cuota de los formatos tradicionales frente a los de libre servicio.

Nuevo perfil del consumidor

 
Estos datos oficiales ponen de manifiesto que la crisis está llevando a los consumidores hacia un perfil de consumo cada vez más sensibilizado por el precio de los productos, en el que la calidad, aunque no pasa a segundo plano, ya no es la variable principal y en la que los formatos que están más próximos a estas preferencias se ven beneficiados. Por otra parte, en los resultados de la evolución de consumo de los hogares en función del número y edad de sus componentes se aprecia una cierta dualidad entre los domicilios con parejas jóvenes (sin hijos o con niños pequeños o de edad media) y los ya asentados (parejas con hijos mayores, parejas adultas sin hijos y jubilados).

Entre los jóvenes, el gasto desciende, mientras que entre la población más madura, aumenta. Pero debemos tener en cuenta también el porcentaje de hogares maduros que soportan las circunstancias de hogares jóvenes con ingresos precarios, una realidad que, por desgracia, se da actualmente en gran medida. El resto de datos apunta que la crisis afecta de manera más significativa a las parejas jóvenes y a las familias con hijos pequeños, soporte habitual del consumo.

 

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