Fernando Mayoral comenzó su discurso con un guiño a Cervantes, agradeciendo la Medalla de Oro a la ciudad de Salamanca, ?que enhechiza a todos, antes y después?. Y es que pese a provenir de Extremadura, la llegada a la capital del Tormes le produjo ?sensaciones intensas de cultura, de búsqueda, de algo que estaba escondido entre sus piedras labradas? veía arte por todas partes?.

Para el escultor, su vida en ?Roma la Chica?, como se denomina también a Salamanca, ?con su característico color de piedra dorada, su poderosa apariencia desde lejos o desde cerca, su perfil de bloque arquitectónico o escultórico, todo me llenaba de ansias de conocer y de ver, todo se me hacía grande en aquel niño tan pequeño?.

En sus primeros tiempos, a través de dibujo, encajo, carboncillo y papel. Después a través de las clases de la Escuela de Artes y Oficios de la Cuesta de Sancti Spíritus, la antigua cárcel. Y al mismo tiempo en el estudio privado de Francisco González Macías, donde jamás ha olvidado la hospitalidad de su acogida y enseñanza. De ahí que tuviera unas palabras para él como para su profesor de dibujo Manuel Gracia. También para su profesor Andrés Abraido del Rey en la Escuela de Nobles y Bellas Artes de San Eloy, y para el profesor Mariano Álvarez del Manzano.

?Para todos ellos, en este momento, por su amistad, por toda la enseñanza de su obra, mi recuerdo, mi afecto, mi agradecimiento. Pues la distinción que hoy se me ofrece es también de ellos, de tantos otros en que hemos bebido, hasta Fidias y el ignoto asirio que cinceló la Leona Herida?, continuó Fernando Mayoral. 

Para concluir: ?Nada he de decir de mi obra. En cualquier caso ella hablará por sí misma. Pero sí me corresponde a mí decir que hasta que puedan mis fuerzas no dejaré de pintar y modelar, porque el anhelo de enfrentarse así a la naturaleza y a la vida es una pasión?.

 

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