El Mercado Central de Salamanca ya supera los cien años desde su inauguración en 1909. Este edificio constituye el más antiguo mercado de abastos de la ciudad y además es una obra arquitectónica protegida del arquitecto Joaquín de Vargas Aguirre por su aportación estética.

Con el paso de los siglos, al construirse en el siglo XVIII la Plaza Mayor monumental, el mercado quedó en el lugar del actual y se pensó en construir un edificio en el que los vendedores y los puestos estuvieran protegidos de las inclemencias del tiempo. La evolución social y la necesidad de un comercio especializado, en el que se vendieran exclusivamente productos de alimentación, fue la causa de que el Ayuntamiento empezara a levantar, a finales del siglo XIX, el edificio del Mercado Central. Quería reunir en un gran centro comercial las diferentes actividades del ramo de la alimentación diseminadas por entonces en distintos lugares de la ciudad y especialmente en el lugar donde se iba a levantar, la llamada Plaza de Verdura, al otro lado de los Portales de San Antonio.

El proyecto así como la memoria descriptiva del mercado aparecen fechados en diciembre de 1898 y su presentación se realizó en 1899. Si bien el tiempo de su construcción se fijaba en un plazo de dos años; el tiempo que transcurrió entre el proyecto y su inauguración fue de once años entre agosto de 1899 y abril de 1909. Este retraso se debió principalmente a dificultades económicas, detalle que señala la prensa salmantina local de la época.

Pero aunque el comienzo y la inauguración distan once años, la realidad fue que se trabajaron solamente tres. Las grandes lagunas de tiempo inactivo correspondieron a la falta de dinero en el Ayuntamiento para hacer frente a las certificaciones del contratista y no faltaron meses de inactividad motivada por las demandas de mayor salario de los trabajadores. Aunque en unas etapas el número de trabajadores era mayor que en otras, se puede establecer la media de cuarenta obreros durante tres años que prácticamente ocuparon la obra.

Las primeras actividades estuvieron encaminadas al vaciado del sótano. Pero cuando la excavación iba un poco adelantada surgió el primer escollo. Los propietarios de las casas de la fachada norte de la plaza, entre Pozo Amarillo y bajada de San Julián, reclamaron contra el paso estrecho que quedaba entre sus fincas y la línea fijada para el mercado. Éstos van a solicitar que se desplace la construcción hacia el sur o que se les expropien las fincas. Por tanto, nuevos gastos que no habían sido presupuestados no van a facilitar el avance del proyecto.

Finalmente, aunque el emplazamiento se desplaza tres metros hacia el sur, se impone la expropiación de las edificaciones conocidas por Soportales del Pan, comprendidos entre la calle del Pozo Amarillo y la de San Julián. La nueva alineación retrocedía varios metros según puede apreciarse en el plano presentado de las nuevas alineaciones, levantándose en este solar viviendas que de algún modo participan del mismo carácter que el Mercado.

La variedad de fechas que aparecen en el Mercado delatan estos retrasos, así en las columnas de fundición de las fachadas se lee, junto a la inscripción de la casa constructora madrileña, el año 1905; en la portada trasera, en el montante de la puerta, el año 1907; por último el Mercado se inaugura el 15 de abril de 1909.

Será este día cuando la prensa local se haga eco del nuevo mercado como “algo europeo, que alienta a conseguir una Salamanca mejor”. Un espacio donde destaca la “limpieza frente a la suciedad que había antes, amplias y limpias calles llenas de señoras y caballeros que pueden saber de quién es lo que comen, ver los precios y la calidad de la mercancía”.

El valor arquitectónico del Mercado

El Mercado de Salamanca entronca en sus líneas generales con la familia de los grandes mercados, estaciones y pabellones de exposiciones de la primera Arquitectura del Hierro. Para la fecha en que se proyecta, la tipología de mercado que impone principalmente los Halles de París (1854-1866) del arquitecto Baltard, ya se había desarrollado suficientemente en España. En Madrid como los Mercado de La Cebada y de los Mostenses, construidos entre 1870 y 1875, del arquitecto Mariano Calvo y Pereira; en Barcelona con el de Born (1874-1876) del arquitecto J. Fontseré i Mestres, o el de San Antonio del arquitecto A. Rovira y Trias, aproximadamente por la misma fecha.

Gracias al hierro de fundición utilizado para apoyos y vigas, y también al cristal que con el entramado metálico permitía amplios cerramientos en los muros exteriores, semejantes a las paredes cortina actuales, se cumplía cabalmente los requisitos funcionales exigidos a estos locales. La delgadez de los apoyos o la rapidez de construcción también eran factores a tener en cuenta.

El Mercado Central de Salamanca posee un planta rectangular de 40 x 44 metros de extensión lo que suponen 1.760 metros cuadrados. La planta está quebrada por ligeros cuerpos salientes en las esquinas y puertas de las fachadas. Consta el Mercado de una planta baja también dedicada al comercio, que debido a la inclinación de solar adquiere en las fachadas laterales y en especial en la posterior una considerable altura, la planta alta forma el mercado originario propiamente dicho.

La armadura, siguiendo una característica constructiva de los mercados de la época, adopta la forma de vasto paraguas en hierro. Se compone de un sistema de vigas de celosía que partiendo de las esquinas y puntos intermedios de las fachadas concurren en un primer cuerpo rectangular elevado a modo de lucernario y que apoya en doce grandes columnas de fundición. A partir de este cuerpo, nuevas vigas de celosía terminan insertándose en otro espacio de menores dimensiones que da base a la rotonda. Toda la armadura “se enlaza, asegura y unifica por atirantados diversos, escuadras, roblonaduras...”. 

La cubierta, de planchas acanaladas de zinc, adopta la forma de cuatro aguas. Su exterior lo forman amplias arquerías de hierro provistas de cierres acristalados y persianas fijas en hierro; entre las arquerías y el zócalo de piedra granítica se disponen paños de ladrillo visto que en las numerosas esquinas de las fachadas se prolongan en altura hasta la cornisa flanqueando las arquerías, adosadas a estas esquinas de ladrillo se ordenan columnas pareadas de fundición enlazadas entre sí y a las arquerías por aspas de hierro fundido formando en conjunto una auténtica malla metálica.

La unión de la estructura interna con la externa se efectúa a través de las vigas de celosía que se engastan en las esquinas de ladrillo actuando éstas como auténticos soportes reforzados y cosidos en el exterior por las columnas pareadas de fundición.

La falta de dinero impidió algunos detalles

La diafanidad con la que están concedidos los arcos principal y laterales, los óculos, el ático o el friso, sin perder por ellos los característicos ritmos o proporciones, o la mesura decorativa a base de ápteras, antefijas, etc., constituye una excelente muestra de portada para un edificio de estas características, aspecto éste que muchos arquitectos de ideales semejantes a los de Vargas eludían hacer en hierro a la hora de componer la fachada de un edificio similar.

También contribuye a definir la estética del Mercado su cromatismo, basado en la sinceridad de los colores que aporta la naturaleza del material, faltando sin embargo la policromía de la cerámica tal como Vargas establecía en la memoria del proyecto inicial: “azulejos de variados colores que con aquel ladrillo y el particular que se dé al hierro juntamente con el claroscuro de la cristalería, formarán un conjunto artístico”. 

Como ocurrió con otros detalles previstos en el proyecto no se llevó a efecto posiblemente por razones económicas, resultando un conjunto de cierta frialdad cromática. El lugar que se asignaba a los azulejos en las fachadas era entre las columnas pareadas de las esquinas que, como puede apreciarse en la actualidad, lo ocupa el ladrillo visto. En el proyecto fechado en 1898 también se establecía para el cuerpo central persianas de hierro y no cristalería, o igualmente este cuerpo a modo de cúpula se coronaba con una rotonda provista de lucenario de cuatro paños de cristal.

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