Al parecer, en Salamanca ya no interesa el tipo de cultura que se regala en el Ateneo. La cultura del pueblo, la cultura de andar por casa, por nuestra casa, es rechazada y elegimos la que nos viene de fuera, la que se lleva a cabo en lugares más elegantes, más suntuosos, o aquella para la que es preciso una gran inversión económica. Lo gratuito, lo que los propios salmantinos hacemos sin medios, sin dinero, eso parece que no interesa.

El Ateneo acoge en su seno a esas personas, que por falta de currículo artístico o por falta de  medios, no se les permite exponer su obra en otros lugares; acoge a grupos de poetas, de aficionados al senderismo, a la pintura, al teatro, al ajedrez? que necesitan de un hogar donde reunirse para crear su obra, para realizar su actividad. No es fácil encontrar un local que reúna las características que ofrece nuestro Ateneo; un lugar con la calidez, el ambiente, la familiaridad que se respira en sus dependencias.

Estos artistas, estos locos artistas, o aspirantes a serlo, que sin ningún ánimo de lucro, crean, trabajan, se esfuerzan?, regalan el fruto de su trabajo a todos cuantos quieran compartir su obra. En no pocas ocasiones, los recitales, las obras de teatro, las exposiciones, los torneos de ajedrez? se llevan a cabo entre las cuatro paredes de este Ateneo que ahora se muere.

Creo que es conveniente crear entre la ciudadanía un poso de cultura, una necesidad de cultura, despertar el hambre de cultura, despertar la conciencia individual y colectiva de cultura, en tantas ocasiones aletargada. Que los ciudadanos no acudan a los espectáculos culturales como meros espectadores, que no vean la cultura como algo que hacen otros, casi siempre venidos de fuera, otros que están a años de luz de nosotros, otros que son intocables, dioses a los que vemos encaramados en unos pedestales inaccesibles.

No pretendo que todos seamos artistas, que todos vayamos a crear espectáculos. Lo que sí me gustaría es crear un ambiente en el que la cultura no consista en un espectáculo que nos viene de lejos y que una vez concluido desaparezca como si nunca hubiera existido. Me gustaría que la ciudadanía formara parte activa de la cultura.

Me gustaría que todos pudiéramos mirar el hecho cultural como algo próximo, algo natural, algo de lo que formamos parte, que respiremos y nos empapemos de cultura. Ese es el espíritu del Ateneo y  ese es el  ambiente que en él se vive.

Decir Ateneo, es decir cultura. Ya sé que las circunstancias actuales no son las que había cuando los ateneos empezaron a proliferar por toda España. En Salamanca, sin ir más lejos, Unamuno, a principios del siglo pasado, vio la necesidad de que Salamanca contara con su Ateneo. Pero, el que las condiciones no sean las mismas, no quiere decir que no cumpla con una labor cultural, e incluso social, importante. Creo que para una ciudad de cultura como es Salamanca, sería una vergüenza el que desapareciera su Ateneo simplemente por falta de unos cuantos euros.

En estos días se está apelando a instituciones, empresas y particulares para que hagan un pequeño esfuerzo económico que evite este baldón para nuestra ciudad. Espero que la sensibilidad y el amor a Salamanca, de unos y otros, permitan que nuestro Ateneo siga vivo al menos otros cincuenta años.

 

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