Información, precaución e higiene son medidas básicas para aumentar nuestra seguridad y prevenir los riesgos. Compra y consume sólo en establecimientos que garanticen una correcta manipulación de los alimentos, tanto en su preparación, como en su conservación. Exige información, seguridad e higiene tanto en los alimentos frescos como envasados que vayas a consumir. Compra aquellos alimentos en los que se garantice una identificación y control desde el origen. Lee la etiqueta y comprueba la fecha de caducidad.
 
A la hora de comprar, comprueba, también, que los productos refrigerados (especialmente, mantequillas, natas, cremas o yogures) se mantienen en correctas condiciones de frío. Desecha las conservas abolladas, abombadas o deterioradas. Y una precaución especial: no compres huevos manchados o deteriorados. Si están rotos o agrietados es mejor tirarlos para evitar riesgos.
 
Una vez realizada la compra, procura que transcurra el mínimo tiempo desde que se compran los alimentos perecederos hasta que se guardan en el frigorífico. Es conveniente poner los productos congelados en una bolsa isotérmica, asegurándonos que no se rompe la cadena de frío.
 
Los alimentos se deben guardar ordenados y sin amontonar en la nevera. Nunca debemos mezclar los alimentos crudos con los cocinados, ni distintos tipos de alimentos. Los almacenaremos, además, envueltos o en recipientes limpios, secos y bien cerrados.
 
El frigorífico no debe llenarse excesivamente, para permitir que circule el aire frío por su interior. Debe abrirse sólo lo imprescindible y nunca introduciremos en él alimentos calientes. Lo que hayamos cocinado, si no se va a consumir de inmediato, esperaremos a que se enfríe y lo guardaremos en la nevera. Aunque el frigorífico es nuestro mejor aliado a la hora de conservar los alimentos, hay que recordar que el frío no mata las bacterias: cuando un alimento vuelve a temperatura ambiente reanudan su actividad.
 
Para descongelar un alimento, lo debemos pasar a la zona de refrigeración del frigorífico, y dejar que se descongele lentamente durante varias horas. Un alimento descongelado nunca debe volver a congelarse. Cuando manipules los alimentos, lávate las manos con jabón frecuentemente, sobre todo si se ha ido al lavabo o tocado a un animal doméstico. Debemos evitar estornudar o toser encima de los alimentos. Limpia adecuadamente las superficies y utensilios de cocina. Lava al menos una vez al día los paños de cocina, pues son un vehículo perfecto para los gérmenes. 
 
Y lava la fruta, incluso la que vas a pelar, y la verdura, aunque vaya a cocerse. Las hortalizas que se comen crudas (lechuga, tomate…) deben mantenerse unos minutos en agua con unas gotas de lejía u otro desinfectante, y después aclararse abundantemente. Ten especial precaución en la utilización de huevos. Evita su consumo en crudo y cocínalos bien pasados. Si elaboras mayonesas, salsas o cremas en las que el huevo no vaya a ser sometido a calor, debes extremar las cautelas: debe asegurarse que el huevo sea fresco, no esté agrietado y debes lavarlo antes de utilizarlo.
 

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