- El nuevo curso siempre comienza en la Diócesis de Salamanca con la celebración de la Semana de Pastoral. Este año la novena edición. ¿Qué valoración hace?
- Efectivamente, parece mentira, llevamos nueve ediciones. En primer lugar, la Semana es algo esperado por toda la Diócesis para comenzar el Curso pastoral. Cada año vemos que uno de los objetivos de la misma, que es una mayor comunión entre nosotros y con el Obispo, con la ayuda de todos se está cumpliendo. La Semana quiere ser un ejercicio de oración, reflexión e intercambio para todos los diocesanos que comenzamos el curso y eso se va haciendo poco a poco. Este año se ha abierto más a toda la Diócesis, celebrándose en más lugares, y eso ha sido positivo.

- ¿Qué destacaría?
- Podemos decir que este año ha sido la Semana de la Asamblea. Eso es lo que destacaría: hemos presentado un programa muy completo de la Asamblea, que con la ayuda de todos lo tenemos que llevar a cabo.

- ¿Y qué ha faltado? 
- Más debate público. Entiéndase bien, no peleas entre nosotros? pero si más discusión diocesana de los desafíos pastorales y espirituales que vivimos? Propuestas nuevas, distintas incluso a las que proponemos desde los que coordinamos la Asamblea Diocesana. El debate siempre nos enriquece, el silencio no ayuda a buscar nuevos caminos, nuevas perspectivas. Percibo mucho silencio en la diócesis y poco diálogo abierto.
 
- Sin duda, la gran baza pastoral para este nuevo curso, va a ser la celebración de la Asamblea Diocesana. ¿Está contento con la aceptación y la acogida que está teniendo la asamblea en la Diócesis de Salamanca?
- La Asamblea ha sido acogida por toda la Diócesis, podemos decir que nadie está en contra de ella. Ahora bien, la acogida es más bien serena, sin grandes manifestaciones de entusiasmo; pero no por rechazo, sino por la debilidad de nuestra situación pastoral. Estamos en un momento complicado, con un tiempo para la fe difícil, arduo? con grandes problemas para transmitir la fe? y la Asamblea no deja de ser un añadido al cansancio. Ésa es la seña de identidad de esta Asamblea, que se celebra en un tiempo de debilidad eclesial.

-  ¿Sigue habiendo escépticos?
- No me canso de repetir que esto es bueno para la Iglesia, que de las grandes crisis salen grandes empujes apostólicos y la fe saldrá fortalecida. Y pediría una cosa muy sencilla: que a la luz de la Palabra de Dios, de Evangelii Gaudium y del momento en el que vivimos, nos hagamos tres preguntas: primera, ¿qué espiritualidad necesitamos para los años venideros?; segunda, ¿qué caminos pastorales nuevos debemos buscar?; y tercera, ¿qué cambios en las personas, instituciones y estructuras necesitamos para vivir las dos preguntas anteriores? Acerquémonos a todo lo que la Asamblea propone y programa.
 
- Una de las noticias más gratas de este comienzo de curso ha sido la entrada en el Seminario de dos nuevos seminaristas: Alfonso y Ciriaco.
- Sin duda, es una gran noticia. Y una gran alegría. Yo destacaría tres cosas. Primera, que la oración por las vocaciones es esencial. Alguien me dijo cuando se abrió la Capilla para la Adoración Perpetua: ?ya verás como tendréis vocaciones?. La oración de todos los diocesanos es de agradecer y es fuente de vocaciones. Hay que intensificarla al Señor de la mies, pues las vocaciones son un don suyo y no obra nuestra. Segunda, que allí donde hay una Pastoral Juvenil en torno a la Palabra de Dios, la Eucaristía, la oración, los pobres,? y el camino de Jesús, surgen vocaciones para todos los carismas. Estos hermanos son un fruto de ello, de una pastoral juvenil en sus parroquias y arciprestazgo que hay que felicitar y reconocer. Tercera, la siembra que estos años hemos hecho en la Pastoral Juvenil, Vocacional y Universitaria, dará frutos, sin duda. Y, por último, felicito a estos dos jóvenes por su generoso ?sí? a la llamada de Jesús.

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