Entre descanso y descanso de la obra, se procedió a la lectura de pequeños textos de treinta segundos que conmemoran una celebración litúrgica muy especial: el ejercicio de las Tres Horas. Tal acto se venía celebrando desde hacía años en la llamada Santa Cueva, un oratorio subterráneo que se había habilitado en 1756 en la iglesia del Rosario.
Fonseca cobija el concierto sobre las siete últimas palabras de Cristo

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