Conviene no tentar a la suerte tras una jornada micológica. Los resultados pueden llevar, incluso, a la muerte en el caso de que por error se ingiera una seta venenosa confundida con un ejemplar comestible. Sucede todos los años a pesar de las advertencias de los expertos. En otros muchos casos, quienes cometen esta imprudencia se enfrentan a daños hepáticos irreversibles que podrían haberse evitado con un poco de información.

?Solo debe llevarse a la boca aquella seta de la que se conozca nombre y apellido; de la que tengamos una identificación exacta?, claman año tras año los expertos al tiempo que, como de costumbre, vuelven a ponerse a disposición de los aficionados para disipar cualquier duda. Así, la Sociedad Micológica Lazarillo recibe cada tarde de lunes en la Plaza de Trujillo no solo a sus socios, que comparten sus ?cosechas? de fin de semana sino a todas aquellas personas que, sin ser asociadas, necesiten asesoramiento acerca de algún ejemplar recolectado sobre el que planeen dudas. Y es que las similitudes entre setas con enorme valor culinario y otras que, como mínimo, nos pueden provocar un problema estomacal de campeonato son el habitual caballo de batalla cada temporada micológica.

Salamanca dispone además de otro colectivo de expertos en micología. Se trata de la asociación Boleto Negro, con sede en el Bar Enebro, liderada por el popular Antonio Martín Manresa, Don Seto, quien, además de conocer a fondo las múltiples especies que se pueden recolectar en Salamanca, es todo un experto en micogastronomía como demuestran sus completos recetarios publicados con el respaldo de la Diputación de Salamanca.

Ojo con los falsos mitos

Otra de las recomendaciones para evitar una inesperada visita al hospital tras consumir setas se refiere a los falsos mitos para detectar hongos tóxicos. Hasta no hace demasiado tiempo era frecuente escuchar que hirviendo las setas junto a una moneda podría conocerse si estas eran comestibles o no. La pista, decían, la daba el ennegrecimiento de la pieza, que debía ser de niquel o plata. 

Algo similar sucedía, afirmaban, cuando en el mismo agua de las setas se introducía un ajo o una cebolla. Si estos oscurecían su piel, contaban desde la ignorancia, se descartaba la ingesta.

Aunque quizá el método más cruel es el de dar a probar lo recolectado a un animal antes de atreverse con el consumo humano. Si pasado un tiempo sobrevivía, las dudas quedaban resueltas. Cuántas mascotas se habrán quedado por el camino víctimas de esa incertidumbre.

Por todo ello, los especialistas agradecen la prudencia de quienes, por desconocimiento y prudencia, prefieren salir cada otoño al campo con un solo objetivo en mente, fieles a una o dos especies sobre las que no hay dudas, para disfrutar su consumo más tarde y seguir contribuyendo a que la micología siga calando cada año entre los salmantinos. 

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