El futuro de la Iglesia se dirimirá en  breve en la Capilla Sixtina del Vaticano, pero el presente se desarrolla cada día en las parroquias de todo el mundo. En Salamanca, uno de los sacerdotes siempre en contacto con los más necesitados es Emiliano Tapia, párroco del barrio Buenos Aires en la capital charra, una de las zonas marcadas por el problema de la droga, pero también la marginación. Desde hace décadas, su labor pastoral se centra en el cara a cara con las personas, de ahí la importancia también de su visión.
 
A su juicio, la elección del nuevo Papa es “una doble oportunidad que tenemos que aprovechar. En primer lugar es necesario que la Iglesia sea capaz en este momento de asegurar el ser servidora de la gente en un mundo de la ansia del poder político y económico. La Iglesia debe recuperar esa imagen de servicio y hay mucho que plantear desde el Vaticano hasta la última parroquia”.
 
En segundo lugar, “está el gran reto del Evangelio. La legión del poder no es contagiosa, el mensaje se contagia con la compañía a los más necesitados y los más pobres. Si somos capaces de entenderlo y hacerlo ver, entonces habremos dado un gran paso”.

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