José, de San Fernando, es un chico de solo 32 años que ha acabado en la calle. Ahí lleva tiempo buscando comida, dinero o algo que le pueda seguir ayudando a algo tan simple como sobrevivir. La dureza de su declaración estremece. Para sobrevivir, ni siquiera para vivir. Junto con su mujer llevan dos meses en las calles salmantinas. Dos meses que se acumulan a otros tantos en el que han conocido buena parte de la geografía española y parte de la extranjera, siempre para sobrevivir.

?Es muy duro tener que pedir en la calle. Es duro tener que ir a Cáritas a ducharse y a Cruz Roja para cenar?, nos cuenta mientras apenas puede aguantar una mirada que se ha ido endureciendo con el paso de los tiempos pero que aún guarda brillo cuando habla de su hijo. Sí, su hijo. Poco más de un año tiene y ya son varios los meses en los que está en un centro de menores en Cáceres. Es lo que le queda a la mujer, que apenas levanta la mirada. El reunir el dinero suficiente para ir a verlo todas las semanas. ?Luego te vienes peor pero te reactiva, te da esperanza. Te recuerda que tienes algo por lo que luchar?. 

Él era bombero forestal en Chiclana y tenía un sueldo fijo. Un salario alto con el que poder pagar su casa, los medicamentos de su mujer enferma y las necesidades del hijo que estaba por nacer. Todo se fue a pique con el caso de los ERE, ese que se conoce por tantos políticos pero apenas por los afectados. Aquí hay uno que habla con una tranquilidad pasmosa de quien ?por culpa de políticos y banqueros? entregó la llave de su casa, firmó un papel y se vio en la calle. De quien, desde entonces, ha luchado por lo que es suyo y que, por ello, ha sido detenido en 14 ocasiones. ?Me he manifestado en Cádiz, en Sevilla o en Madrid. Le comentaba a la Policía que solo pedíamos lo nuestro pero acabábamos en la plaza de Castilla?.

Entre frase y frase, José vuelve a recordar a su hijo. ?Yo estuve en un centro de menores de pequeño, justo en el que ahora está mi hijo. Vaya paradoja?. Sesenta euros les cuesta el viaje de ida y vuelta a Cáceres. ¿Y por qué no se quedan allí? ?No quiero estar en la misma ciudad que mi hijo. No quiero que me vea pidiendo en la calle?, dice José con ese brillo que se enciende al escuchar esa palabra, al sentirla, en una mezcla de ilusión por superar la situación y de tristeza por encontrarse en ella.

Comenta que, como bombero, también acudió a visitar a sus homólogos de la Diputación y que le recibieron con los brazos abiertos. ?Sé que si les llamo van a venir ayudar pero no puedes obligar a nadie?, recuerda mientras comenta que alguna vez ha pedido mantas y sábanas sin encontrar respuesta. De hecho, cuando ha sido positiva nunca las recibió. ?Los ves por la calle pero no puedes decirles ¿y las sábanas que me prometiste? Y mientras, se acerca el invierno?.

De rebote llegaron a Salamanca y no saben cuánto estarán más. De momento, ya han hecho amigos en su misma situación y han tenido que aguantar burlas e incluso robos en estos dos meses. Sin embargo, siguen apoyándose entre ellos. Eso de ?quien menos tiene es el que más ayuda? adquiere una especial relevancia. Por cierto, en los más de 30 minutos de charla solo recibió un euro de una señora. Y mientras un servidor estuvo más de cinco minutos pensando qué decirles a personas con tal situación, ellos terminaron un café para los dos, se levantaron y lo tiraron a la papelera. Un gesto lleno de significado de que las personas son precisamente eso, por encima de todo personas. 

 

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