Susanne, tras visitar a la hija de un pariente, que acaba de ingresar como monja en un convento cercano, cambia de rumbo y acude veloz a hablar con su prima Fanchon al enterarse de la existencia de un plan destinado a que ella también se ponga los hábitos. A través de la curiosidad, el deseo y el placer carnal, Susanne incitará a su joven prima a despertar sexualmente para, de esta forma, poder decidir el mejor de los caminos a escoger, teniendo en cuenta los únicos tres estados a los que la mujer de la época podía aspirar: casarse con un hombre impuesto por su padre, meterse a monja o hacerse cortesana.
Ante la resistencia de Fanchon a creer en las palabras de su prima, Susanne decide invitarla a “matricularse” en una singular escuela, portátil, clandestina y ambulante, donde ella misma es la profesora y en la que, según dice, aprenderá a desaprender todo lo que le han enseñado hasta el momento para volver a aprenderlo todo de nuevo por sí misma: la escuela de la desobediencia.
De esta forma, y antes de que la terminen obligando a ingresar en el convento —si es que el plan familiar acaba surtiendo efecto—, Fanchon va, poco a poco, pasando de lección en lección mientras descubre los verdaderos intereses de la educación femenina, a la par que satisface su intelecto y su propio deseo sexual hasta convertirse, sorprendentemente para la época, en una mujer libre. Eso sí, ¿a cambio de qué precio?
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