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No hace tanto. Es cierto que era otro siglo pero parece que han pasado varios. Móviles, tabletas, ordenadores, televisores o videojuegos. En la era de la información, las calles se han vaciado de niños, ahora carentes de vitamina D y si acaso conocidos de vista por Lorenzo y sus rayos. Muchos permanecen inflados de estímulos y son actores de una realidad virtual que les impide desarrollar sus sueños como entonces, cuando la imaginación franqueaba cualquier límite y las horas de juegos reposaban devorando las desenfadadas historietas del TBO. No hace tanto.

Así era para María Jesús Castaño, profesora salmantina que imparte clases de Primaria en un colegio de Madrid, y para miles de niños de su época. ?Yo era una chica bastante tranquila y me gustaba mucho leer y pintar?. A día de hoy, acumula cientos de tebeos que contienen miles de historietas, encuadernados en decenas de tomos. ?Tengo unos treinta tomos y varios ejemplares sueltos. Estos verdes, los encuaderné yo misma cuando las editoriales aún no habían lanzado sus propias ediciones de coleccionista, que también los tengo?.

María Jesús recuerda tener tebeos desde que aprendió a leer en el año 60. ?Me los compraba mi padre todos los sábados, aunque primero los leía él, luego mi abuela y ya luego yo?, bromea. Los conserva como oro en paño. Cuenta que los tebeos más antiguos que tiene, que datan de fechas cercanas a la aparición del TBO en 1917, están en un tomo que compró en una librería de libro antiguo de Barcelona. ?Yo creo que tiene mucho más valor de lo que me costó. Pagué 500 pesetas pero tiene muchísimos años?. Todos ellos representan una sociedad muy diferente a la de estos días.

Se trataba de publicaciones permitidas por el franquismo, destinadas a los niños y que narraban cuentos costumbristas con jocosos ?gags? impregnados de los clichés de la época. Dibujaban una sociedad repleta de modelos y paradigmas que se han ido transformando con el tiempo. ?No había ningún tipo de crítica social. Y más viéndolo ahora desde otra perspectiva. Son historias muy machistas en las que la mujer sale muy mal parada, siempre sale fregando y las niñas aparecen obedeciendo. Responde a la España que era entonces?.

La familia Ulises

Los cómics favoritos de María de Jesús son los de ?La familia Ulises?. Una serie de tiras de Marino Benejam que narraban los avatares de una familia de clase media barcelonesa. ?Trata sobre una familia que se llevaba muy bien y en la que iban todos a una. Siempre juntos a todos los sitios y metiéndose en muchos jaleos. La madre era muy ?mandona?, pero el padre era muy generoso y se fiaba de todo el mundo?.

Recuerda otros personajes e historietas como ?Petra, criada para todo? o ?El botones Sacarino?. ?A mí los que siempre me gustaron son los del TBO, porque metían muchas historietas, especialmente me gustaba ?La familia Ulises?, como decía. Ni ?Mortadelo y Filemón?, ni ?Zipi y Zape? me han gustado tanto?, comenta.

Herramienta versátil

Los tebeos sirvieron para la iniciación en la lectura de toda una generación de niños. María Jesús, en ocasiones, utiliza los suyos para sus clases de Lengua ?para que aprendan cosas distintas?, aunque reconoce que los niños de hoy en día ?no los aprecian? y no les despierta demasiado interés. ?Están al móvil desde muy pequeños, aun así me gustaría que mis tebeos acabaran en una biblioteca infantil, por ejemplo?.

Parte de los tebeos venían en blanco y negro, especialmente los primeros, así que María Jesús se entretenía coloreándolos. ?Me gustaba pintarlos y también hacer los pasatiempos?. Sopas de letras y crucigramas, consejos y curiosidades ocupaban alguna de las ocho o diez páginas que contenía cada ejemplar. ?Solían costar 8 pesetas, luego había otros más gruesos que podían llegar hasta las 30 pesetas?.

María Jesús explica que algunos de los tebeos que conserva los ha comprado de segunda mano y le gustaría poder seguir haciéndolo. ?Si alguien sabe dónde se pueden comprar, yo estoy interesada en direcciones dónde se vendan tebeos de segunda mano?. Cierto es que el saber no ocupa lugar, pero los tebeos siempre tendrán uno en las estanterías de María Jesús y en el alma de una generación que aprendió a vivir paulatinamente, sin la precipitación que ahoga este tiempo.

 

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