La Rioja, tierra de contrastes y piedras castellanas. Llanuras con sabor a uva que se extienden como arrope del caudaloso Ebro, río que a su paso por la ciudad de Logroño se deja coronar por la majestuosidad de los cuatro puentes. Esta semana realizamos un interesante viaje a la cuna del castellano, accederemos a algunos de sus monasterios para conocer su historia, para sentir el latir de cada uno de sus fríos rincones. ¿Tiene la maleta preparada?, iniciamos el camino.

Al llegar a la Terminal 2 del aeropuerto madrileño de Barajas, decidimos hacer el recorrido hasta La Rioja por carretera -a pesar de que la tierra del vino goza de unas modernas instalaciones aeroportuarias- para disfrutar así, de los paisajes castellanos a su paso por el Puerto de Somosierra justo antes de abandonar Madrid, y seguidamente dejarnos encandilar por los interminables parajes de Aranda del Duero y la impresionante ventana al mundo que ofrece Burgos. Un recorrido de agradables vistas que concluye en la hermosa capital riojana ?Logroño-, casi cuatro horas después. El día está por concluir, y decido hacer noche en Cenicero, entramado de callejuelas llenas de encanto que se dejan presidir por la torre del campanario de la Iglesia de San Martín (siglo XVI). Sin duda, la amable ciudad de Cenicero merecerá un capítulo aparte en esta serie dominical, que anotamos en nuestra agenda. La mañana siguiente comenzó con el sonido del paso del tren junto al río Ebro.

Tras desayunar copiosamente, agarré la mochila e inicié el recorrido en busca de los grandes monasterios. La Rioja puede presumir de ser tierras de paso del Camino de Santiago, hallándose en su recorrido algunas de estas edificaciones religiosas. Los principales monasterios son el de Nuestra Señora de la Piedad en Casalarreina, Santa María de la Estrella en San Asensio, el monasterio de Nuestra Señora de la Anunciación en Santo Domingo de la Calzada, el de Santa María La Real y el de Santa Elena, en Nájera, el de Santa María de San Salvador en Cañas, dos de los más importantes como son el monasterio de Suso y el de Yuso, ambos en San Millán de la Cogolla. El monasterio de Nuestra Señora de Vico, en Arnedo, el de San José en Calahorra, y por supuesto el de Santa María de Valvanera, en Anguiano.

El primero de los monasterios que visito es el que está en Santo Domingo de la Calzada ?Nuestra Señora de la Anunciación-, impresionante edificación de principios del siglo XVII que fue fundado por don Pedro Manso de Zúñiga, conocido entre otras cosas por ser el confesor de Santa Teresa de Jesús. No son pocos los sepulcros que podemos encontrar en su interior, llamando poderosamente la atención la presencia de un gallo y una gallina de color blanco, vivos y perfectamente acomodados en un reservado superior. ¿A qué se debe la presencia de estos inusuales huéspedes? Cuenta la tradición que en tiempos pasados, llegaron hasta la ciudad junto a las correntías de peregrinos compostelanos, un matrimonio de alemanes con su hijo llamado Hugonell. Se alojaron en  un mesón, quedando enamorada del joven de forma fulminante, la hija del dueño del local. Lo cierto es que aquel muchacho mostró total indiferencia ante las tentativas de la joven riojana, quién viéndose rechazada, metió en la saca del muchacho una copa de plata para posteriormente denunciarlo como robo ante el Corregidor. Y así, cumpliéndose la legislación vigente en la época, el joven fue detenido y condenado a la horca. Cuenta la leyenda que antes de reiniciar su viaje hasta Santiago, los padres del muchacho fueron a verle donde se había producido el ahorcamiento, y estando allí escucharon la voz de su hijo, quien afirmaba que Santo Domingo de la Calzada le había salvado la vida. Ante aquel milagro, los padres fueron hasta la casa del Corregidor y le contaron el prodigioso suceso. Perplejo ante aquel testimonio, y entre risas de desconcierto, el Corregidor aseveró que su hijo estaba tan vivo como el gallo y la gallina que se disponía a comer. Y fue en ese instante cuando el gallo y la gallina saltaron del plato y se pusieron a cacarear. Es desde entonces que se pueden escuchar los versos que dicen: Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada. En recuerdo de aquel suceso, no solo se mantienen un gallo y una gallina en el interior del templo, también se conserva un trozo de madera de la horca del peregrino.

Pero continuemos con la primera parte de nuestro recorrido. Desde hacía mucho tiempo tenía en mente visitar la morada de un grupo de monjes benedictinos, el impetuoso Monasterio de nuestra Señora de Valvanera, Patrona de la Comunidad de La Rioja. Su nombre deriva del latín ?Vallis Venaria?, Valle de las Venas de Agua, y puedo dar fe de lo impresionantemente húmedos que se presentan esos parajes bañados por el río Najerilla y algunos arroyos. La talla de la virgen está considerada una de las más antiguas de España (entre el siglo X y el XII), y no carece de importancia y alta devoción ?la mismísima Isabel la Católica rezaba ante ella-. Cuando llegué al lugar, sentí como  una corriente de energía interior se apoderaba de cada una de mis células. Uno no está todos los días en un lugar considerado de Poder, uno de esos enclaves que los antiguos eligieron por su importancia telúrica o divina, según la óptica que deseemos utilizar. Su imponente arquitectura impresiona nada más descubrirla tras el recodo que inicia el ascenso final hasta sus grandes pórticos.

Pero lo que realmente hace temblar los sentidos, es el ambiente que se respira en el interior del templo que está adosado al resto del monasterio. Está sumido por la más absoluta oscuridad, que poco a poco se va desvaneciendo ante nuestros ojos al tiempo que ascendemos hasta los mismísimos pies de la santa imagen. La Virgen de Valvanera sostiene por si misma algunos interesantes enigmas. Se asienta sobre una silla similar a la de los ediles romanos ?silla curul-, decorada con cuatro águilas, y apoyada en una peana decorada con llamativos blasones. Es una imagen de rostro curvo y ojos negros. En la mano izquierda porta una pieza de fruta y en la derecha sostiene al Niño. Y es aquí dónde nos topamos con un detalle ciertamente llamativo; la talla del niño está extrañamente posicionada, mostrándose con una especie de contorsión en la que su parte superior mira a la derecha mientras los pies aparecen girados a la izquierda. ¿A qué se debe esta extraña postura? En realidad no hay postulados fijos al respecto, pero algunas teorías apuntan a que el niño en un gesto milagroso, aparta la mirada para no observar un sacrilegio.

Antes de abandonar la comarca, no puedo dejar de recomendar la visita al cercano pueblo de Anguiano, conocido entre otras muchas cosas, por la danza de los zancudos que se precipitan por las estrechas callejuelas mientras giran sobre sí mismos en un hermoso baile más propio del mundo sobrenatural que del nuestro propio. La próxima semana -en esta particular serie dominical- tendremos la ocasión de conocer la cuna del castellano, visitando los monasterios de San Millán de la Cogolla, así como otros lugares de recogimiento, permitiendo así, completar este particular recorrido por los monasterios de La Rioja, posicionados entre los más enigmáticos y antiguos de España.

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