El mercado de las telecomunicaciones es un sector asalvajado en el que las quejas y los abusos son habituales. Pero incluso en este hábitat hay engaños que destacan por encima del resto. El de los servicios de suscripción móvil se lleva la palma si lo que buscamos son consumidores que se sienten estafados y empresas que ingresan millones a su costa.

Pagar por recibir anuncios, eso son estas suscripciones, según denuncia la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Pero, ¿alguien contrata estos servicios conscientemente y queda satisfecho? Quien se suscribe no sabe lo que hace y en cuanto llega la primera factura se apresura a darse de baja. La broma no sale barata: hablamos de entre 30 y 60 euros que habrá que sumar a la factura habitual del móvil. Por cada SMS recibido pagamos 1,42 euros. Al hacer la suma, podemos encontrarnos con que desembolsamos más por estos mensajes que por la luz o el ADSL.

Así funciona el engaño

 
Todo empieza en Internet. La Red está plagada de banners (anuncios incrustados en una web) que intentan atraer nuestro clic con suculentas promesas (ganar 10.000 euros, descargar una película recién estrenada) o divertidas aplicaciones (un test de inteligencia, descubrir cuál será la fecha de tu muerte). Hay todo tipo de ganchos.

Conscientemente o por error (los banners están colocados para que sea difícil no pinchar en ellos), hacemos clic y nos deslizamos en la trampa. Si se nos ha plantea un test o acertijo, del banner vamos a una aplicación para contestar preguntas. Después aterrizamos en una confusa página a la que habremos llegado directamente si el gancho era participar en un sorteo o descargar un programa.

Para conseguir el gancho (el resultado del test, los 10.000 euros, la película…) nos piden nuestro número de móvil. Sin darnos cuenta, estamos a punto de firmar un contrato en el que la “letra pequeña” puede ser minúscula, estar escrita en formato prácticamente transparente, desplazada hacia la parte inferior de la página… Cualquier truco vale para que no sepamos lo que contratamos.

¿Qué es lo que venden?

 
En realidad nos suscribimos a un servicio especial de mensajes en el que pagaremos por cada SMS recibido. Normalmente lo que contratamos no tiene nada que ver con lo que decía el anuncio. Si tecleamos nuestro número, al móvil nos llegará una contraseña. Si introducimos esta contraseña en la página, ya nos han cazado. Bienvenido a un club del que nadie quiere ser socio.

A partir de este momento, los mensajes empezarán a llegar y el agujero en nuestra factura irá creciendo. Según resultados de nuestro análisis, solo el 25% de los clientes recibe los contenidos pactados en el contrato (enlaces, imágenes, politonos…). Al 75% restante le llegan cosas que no ha contratado o nada en absoluto.

En nuestro experimento, el número de mensajes que se nos cobró resultó muy superior al de los que recibimos. Algunas empresas ni tan siquiera nos enviaron el 1% de los mensajes que pagamos. Es en este momento cuando nos damos cuenta de que estamos pagando a cambio de nada: más del 60% de los mensajes que nos cobraron no llegaron jamás a nuestro teléfono.

Cómo escapar de la trampa

 
1) No te andes con rodeos. Llama a tu operador para que bloquee TODOS los servicios de mensajería Premium, incluyendo los de suscripción. En el improbable caso de que algún día necesites usarlos, podrás activarlos de nuevo.
2) ¿Te llegan mensajes publicitarios desde un número que empieza por 79? Selecciona uno de estos SMS y responde al remitente con un mensaje en el que únicamente ponga la palabra BAJA. Este mensaje es gratuito y anula tu suscripción Premium.
3) Cuando consigas que dejen de llegarte mensajes, será el momento de ocuparte de tu bolsillo. Reclama a tu operador las cantidades facturadas por conceptos Premium. Aunque dejes esa parte de tu factura sin pagar, tu operador no podrá cortarte la línea si pagas el resto.
4) Tu operador no te hace caso y empiezas a desesperarte. Es la típica situación en la que ser socio de la OCU ayuda. Tenemos más de 100 abogados dispuestos a partirse la cara por ti.
5) Si no te interesa ser socio, dirígete a la Oficina de Consumo de tu Comunidad Autónoma. Puedes argumentar que no te consta haber contratado el servicio Premium y que tu operador no te informó correctamente.
6) Piénsatelo bien antes de introducir tu número en cualquier página web. Procura no pinchar en anuncios online que prometen dinero fácil o te animan a hacer un divertido test.

¿Quién es el culpable?

 
- Las empresas Premium: suelen estar domiciliadas en el extranjero, aunque las hay españolas, como el Grupo Zed (Club Zed). En España, el 43% del negocio lo controlan 6 empresas, destacando Jet Multimedia y Buongiorno MyAlert (Club Blinko). En algunos casos las protestas han sido tan sonadas que nombres como Delicom, Delecom, Datatalk y Nvia están asociados en los buscadores de Internet a palabras como “denuncia”, “estafa” o “fraude”.

- Los operadores: no envían los mensajes Premium y tampoco se encargan de pescar a los clientes, pero dan facilidades para que estos servicios sigan existiendo. La mayoría actúa como si la cosa no fuese con ellos, cuando la realidad es que con estas suscripciones ellos también ganan dinero. Aunque no tanto como en los viejos tiempos: la normativa actual ha reducido drásticamente los ingresos que los operadores podían ganar con mensajes Premium. El único en mover ficha ha sido Movistar, que ha bloqueado la contratación de estas suscripciones. Todo indica que podrían montar una plataforma propia para gestionarlas. ¿Un intento de acabar con el engaño o una reorganización para llevarse un trozo más grande de la tarta?

- La Administración: las reglas son constantemente burladas por las empresas Premium. Las trampas están a la orden del día y la normativa no puede hacer mucho: lo peor que puede pasarle a quien la incumple es que le cancelen temporalmente alguno de los números que usa para bombardear con sus mensajes. La Secretaría de Estado de Telecomunicaciones se excusa alegando que estos temas no son de su competencia. Las Comunidades Autónomas, juntas arbitrales y OMIC tienen actuaciones dispares. La comisión encargada de supervisar el sector (la CSSTA) se muestra incapaz de acabar con estos engaños. Y en medio de toda esta confusión, los que salen perdiendo son los consumidores.

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