Pagar por recibir anuncios, eso son estas suscripciones, según denuncia la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Pero, ¿alguien contrata estos servicios conscientemente y queda satisfecho? Quien se suscribe no sabe lo que hace y en cuanto llega la primera factura se apresura a darse de baja. La broma no sale barata: hablamos de entre 30 y 60 euros que habrá que sumar a la factura habitual del móvil. Por cada SMS recibido pagamos 1,42 euros. Al hacer la suma, podemos encontrarnos con que desembolsamos más por estos mensajes que por la luz o el ADSL.
Así funciona el engaño
Conscientemente o por error (los banners están colocados para que sea difícil no pinchar en ellos), hacemos clic y nos deslizamos en la trampa. Si se nos ha plantea un test o acertijo, del banner vamos a una aplicación para contestar preguntas. Después aterrizamos en una confusa página a la que habremos llegado directamente si el gancho era participar en un sorteo o descargar un programa.
Para conseguir el gancho (el resultado del test, los 10.000 euros, la película…) nos piden nuestro número de móvil. Sin darnos cuenta, estamos a punto de firmar un contrato en el que la “letra pequeña” puede ser minúscula, estar escrita en formato prácticamente transparente, desplazada hacia la parte inferior de la página… Cualquier truco vale para que no sepamos lo que contratamos.
¿Qué es lo que venden?
A partir de este momento, los mensajes empezarán a llegar y el agujero en nuestra factura irá creciendo. Según resultados de nuestro análisis, solo el 25% de los clientes recibe los contenidos pactados en el contrato (enlaces, imágenes, politonos…). Al 75% restante le llegan cosas que no ha contratado o nada en absoluto.
Cómo escapar de la trampa
¿Quién es el culpable?
- Los operadores: no envían los mensajes Premium y tampoco se encargan de pescar a los clientes, pero dan facilidades para que estos servicios sigan existiendo. La mayoría actúa como si la cosa no fuese con ellos, cuando la realidad es que con estas suscripciones ellos también ganan dinero. Aunque no tanto como en los viejos tiempos: la normativa actual ha reducido drásticamente los ingresos que los operadores podían ganar con mensajes Premium. El único en mover ficha ha sido Movistar, que ha bloqueado la contratación de estas suscripciones. Todo indica que podrían montar una plataforma propia para gestionarlas. ¿Un intento de acabar con el engaño o una reorganización para llevarse un trozo más grande de la tarta?
- La Administración: las reglas son constantemente burladas por las empresas Premium. Las trampas están a la orden del día y la normativa no puede hacer mucho: lo peor que puede pasarle a quien la incumple es que le cancelen temporalmente alguno de los números que usa para bombardear con sus mensajes. La Secretaría de Estado de Telecomunicaciones se excusa alegando que estos temas no son de su competencia. Las Comunidades Autónomas, juntas arbitrales y OMIC tienen actuaciones dispares. La comisión encargada de supervisar el sector (la CSSTA) se muestra incapaz de acabar con estos engaños. Y en medio de toda esta confusión, los que salen perdiendo son los consumidores.
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