Las estadísticas de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) muestran que este verano está siendo hasta el momento el más caluroso de la historia. En la provincia de Salamanca a finales de junio se batió el récord de temperatura máxima y en julio las temperaturas máximas superaron todos los días los treinta grados, alcanzando en ocasiones los 38 y 39 grados. Tanto calor pasa factura a los seres humanos, pero también a los animales y plantas.
Durante estos días numerosos parques y plazas de la ciudad están repletos de hojas secas que se han caído de los árboles. Estampas más propias de septiembre, cuando llega el otoño, aunque también producibles al comenzar agosto, cuando se lleva poco más de un mes de verano.
Según explican expertos en jardinería, los árboles urbanos de las vías públicas y los jardines no están tan protegidos de las condiciones meteorológicas como lo puedan estar las formaciones arbóreas de los bosques. Son más jóvenes y se encuentran más soleados, el aire pasa libremente entre sus ramas y se llevan la humedad que transpiran las plantas. Esta situación afecta a muchas especies vegetales, pero por sus características morfológicas los plataneros, los castaños de indias, los chopos, las sóforas y las robinias son las especies más sensibles a la caída de la hoja por altas temperaturas y por tanto, las especies más castigadas durante estos días de verano.
Esta percepción de la caída de hojas en verano se acusa los días de viento, que favorece que las hojas se desprendan de los tallos de forma simultánea, como ocurrió el pasado viernes con la tormenta caída en la ciudad y el fin de semana con la brisa que hubo por momentos. El aspecto visual que muestran las calles es más propio de los meses de otoño que de los meses estivales. Pero se trata de un mecanismo natural de protección de algunos árboles contra el fuerte calor. Durante la fase de crecimiento siguiente los tallos que permanecen verdes y vivos emiten nuevas hojas para reiniciar el proceso de la fotosíntesis.
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