Durante la repoblación medieval en el interior del casco histórico surgieron numerosas huertas y tierras de cultivo, asociadas a los nuevos habitantes de la ciudad. Más de cien hectáreas se repartían entre los caseríos, sobre todo en las cercanías de los arroyos de Santo Domingo y de los Milagros. Junto a este último se extendía una gran pradera, de ahí la denominación de una calle que fue sucumbiendo al progreso urbanístico.
El verde predominante en esta zona de la ciudad fue dando paso al oro de la piedra de Villamayor y el anaranjado ladrillo de las viviendas más modestas. Entonces había todo un enjambre de inmuebles que se entrelazaban por irregulares calzadas. Una de ellas era la calle del Prado, hasta que a mediados del siglo pasado se decide dar forma a la denominada ‘vía del rodeo’. Una calzada que bordease la Plaza Mayor desde la plaza del Mercado hasta la plaza de Los Bandos. De ahí que actualmente sea una misma vía con diferentes nombres de calles.
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