Si se mantuvieran en un futuro las actuales tendencias demográficas, la propia estructura de la población de Salamanca llevaría a un escenario de pérdida progresiva de habitantes en las próximas décadas. Así lo recogen las últimas proyecciones de población publicadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE) para el año 2023. La provincia charra perderá 25.000 habitantes en la próxima década, para quedarse en unos 322.000 habitantes, sobre todo menos niños y jóvenes, ganando mayores de 64 años. Una situación a la que se une un saldo migratorio negativo de 4.100 personas más que se irán de las que llegarán. 
 
El descenso de nacimientos vendría determinado por la propia estructura de la pirámide poblacional, debido a una progresiva reducción del efectivo de mujeres en edad fértil.  Por ello, el número de nacidos no volvería a crecer hasta 2030, una vez superado el efecto que produjo la crisis de natalidad de los años 80 y primeros 90 sobre la pirámide poblacional femenina, aunque volvería a decrecer a partir de 2040. En cualquier caso, en los próximos cuarenta años nacerían un 24% menos que en los últimos cuarenta. Esta evolución de la natalidad se produciría a pesar de que la fecundidad mantuviera la tendencia ligeramente favorable de la última década, lo cual llevaría al número medio de hijos por mujer hasta 1,51 en veinte años y 1,56 en cuarenta,  frente a los 1,36 de 2011. A su vez, con la tendencia actual, la edad media a la maternidad proseguiría su tendencia ascendente hasta alcanzar los 31,5 años en 2051. 
 
De mantenerse los ritmos actuales de reducción de la incidencia de la mortalidad por edad sobre la población, la esperanza de vida al nacimiento alcanzaría los 86,9 años en los varones y los 90,7 años en las mujeres en 2051 (con un incremento de casi ocho años y de seis años, respectivamente). Eso significa, además, que la diferencia entre la esperanza de vida femenina y masculina se reduciría en dos años hasta entonces.  Por su parte, la esperanza de vida a los 65 años aumentaría a 24,0 en los varones y a 27,3 en las mujeres, casi seis y cinco años más que en la actualidad, respectivamente.   
 
Por un lado, el flujo inmigratorio se iría incrementando progresivamente en los próximos años. La mayor parte de la inmigración procedería de la Unión Europea, si bien el envejecimiento poblacional también esperado en Europa iría reduciendo progresivamente el flujo migratorio comunitario.  Sudamérica y África se mantendrían como los otros dos grandes puntos de origen de la inmigración. Ahora bien, los efectos del envejecimiento demográfico de los países sudamericanos a medio plazo harían decrecer la inmigración procedente de los mismos en la última década del periodo proyectado. Por contra, la inmigración africana experimentaría un continuo crecimiento en los próximos años, al mantenerse como principal foco emisor de población joven. En cuanto a la emigración, la pérdida progresiva de población en las edades adultas jóvenes tendría como consecuencia que el flujo de salida de población al extranjero se fuera reduciendo lentamente en el tiempo. 

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