El invierno trae a la ciudad una tradición con un encanto especial. Calles y plazas de Salamanca albergan por un tiempo decenas de puestos de castañas asadas que sirven a los salmantinos para combatir el frío. Sin embargo, también es para muchos un trabajo de temporada que ayuda a incrementar sus ingresos respecto a otras actividades. 

Es el caso del castañero salmantino que, apostado en la confluencia de María Auxiliadora con la avenida Alfonso IX de León, protagoniza este domingo una nueva edición de ?Historias de la calle?. Lleva en el negocio casi una veintena de años. Aunque asegura que no le da para vivir, sí sabe que cuenta con un dinero extra todos los años. 

?Este negocio es muy sacrificado. Hay quienes se piensan que esto es ?jauja?, pero hay que soportar las inclemencias del tiempo, lluvia, frío y estar muchas horas?. Reconociendo que no se sigue ganando ni vendiendo lo mismo que antaño, la tradición de las castañas continúa pisando fuerte en la capital charra suponiendo una ayuda económica. 

Para él, lo más reconfortante, el reconocimiento y agradecimiento de los compradores. ?La gran recompensa por el trabajo bien hecho es cuando los clientes vuelven al puesto y te dicen que las castañas estaban muy ricas y bien hechas?. El mejor secreto para elaborar la mejor castaña: rajarlas bien, hacerlas al carbón no muy deprisa, con paciencia y lento.

La forma más común de comer castañas es si están asadas, pero se pueden degustar y cocinar de muchas maneras. Pueden degustarse crudas, cocinadas, solas o acompañando a otros alimentos. Los castañeros aseguran que las castañas asadas y las crudas son más sabrosas que las cocidas. 

Aunque los salmantinos las prefieren grandes, los entendidos recomiendan las pequeñas por su gusto dulzón pese a que son más difíciles de pelar. Para saber si las castañas son buenos ejemplares aconsejan que pesen, que sean duras y que tengan un color reluciente. La castaña es un fruto seco, muy nutritivo y saludable.

 

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