El Gobierno ha adelantado esta semana algunas de las propuestas que presentará al Pacto de Toledo para la reforma del sistema de pensiones. Medidas para endurecer las prejubilaciones y recortar las condiciones con las que culminan su vida laboral los funcionarios. El debate está abierto ante un futuro incierto marcado por la cada vez mayor presencia de ancianos en un país que pierde jóvenes por falta de oportunidades laborales. Sobre todo en provincias como Salamanca, donde la tasa de reemplazo es quince puntos inferior a la media nacional.

Esta tasa compara la cantidad de jóvenes en edad de trabajar, entre 20 y 29 años, con quienes están a punto de jubilarse, entre 55 y 64 años. El resultado es que hay más personas a las puertas de la tercera edad que nueva población activa, lo que provoca una dependencia demográfica que, traducida económicamente, augura un complicado futuro para la provincia charra.

La brecha entre jóvenes y jubilados se ha incrementado durante la crisis a favor de la tercera edad. En 2008 había 86.690 salmantinos entre 15 y 35 años, el tramo de edad considerado por los organismos internacionales como juventud, mientras que los mayores de 65 años eran 82.693. Esta superioridad de jóvenes se rompió en el año 2010 y actualmente, según el último padrón de 2012, son 80.591 jóvenes frente a 84.995 salmantinos pertenecientes a la tercera edad.

Por si fuera poco, lo que se denomina ya ‘cuarta edad’, los mayores de 80 años, ganan peso en la pirámide de población de Salamanca, sobre todo porque la provincia charra es uno de los territorios con mayor esperanza de vida del mundo. Así, hay casi tantos como adolescentes, 31.015 mayores de 80 años frente a 32.789 salmantinos de entre 15 y 25 años.  Y es que mientras la crisis se ha cobrado nueve mil jóvenes, los mayores de 65 años son tres mil más. Una tendencia más acentuada cada año que transcurre.

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