La historia es en ocasiones caprichosa con quienes pasan a la posteridad. Siempre debe haber un orden, y ahí, los segundos jamás aparecen en los grandes libros con ribetes dorados. El callejero salmantino puede dar fe de ello. Un claro ejemplo es el barrio Garrido, fundado también por Santiago Bermejo, aunque con el paso del tiempo el originario Garrido y Bermejo, recuperado para una calle, dejó el barrio sólo con el apellido del primero. Así ocurre también con la plaza de San Justo.
 
Es un caso extraño éste en el callejero. Primero, porque denomina a una calle y una plaza, y segundo, porque es atravesada por la Gran Vía y aún así mantiene el nombre hasta lo que fue el teatro Bretón. El nombre proviene de la iglesia de los santos Justo y Pastor, fundada a mediados del siglo XII y que permaneció en pie hasta el siglo pasado. Un templo erigido por repobladores bregan cíanos que rápidamente se convirtió en un concurrido foco para la fe cristiana.
 
Pero el paso de los siglos hizo mella en esta iglesia, cuyos terrenos fueron permutados para permitir la construcción de la iglesia de San Juan de Sahagún. El templo se fue abandonando hasta encontrarse en un avanzado estado de ruina. Entonces, lo que fue un foco para la fe se transformó en un zoco para el comercio, una modernista plaza donde cada semana tiene lugar un mercado de verdura.

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