Si hay dos palabras que definen la procesión del Lunes Santo son sobriedad y austeridad. Porque no lleva acompañamiento musical en ninguno de sus pasos, porque el único sonido es el del silencio que va envolviendo a la noche salmantino y porque su único adorno floral es un puñado de cardos. Pese a que durante el día llovió en algunos momentos y los cielos amenazaban agua, finalmente han ofrecido una tregua y el Cristo de los Doctrinos salió a las nueve de la noche desde la Vera Cruz para esparcir austeridad en el nuevo recorrido.

El Cristo de los Doctrinos, una talla anónima del siglo XVII, estuvo acompañado por la Virgen de la Amargura, también anónima, de 1615, cargada a hombros por una treintena de hermanas, pues no hay turnos mixtos en esta procesión de la Cofradía de la Santa Cruz del Redentor y de la Purísima Concepción. Con túnica blanca, capa, capirote y cíngulo azul, guantes blancos, calcetín y zapato negro, los cofrades recorren el casco antiguo de Salamanca durante varias horas.
 
En 1985, ante la ausencia de desfile en la noche del Lunes Santo, la Vera Cruz asumió la organización de la única procesión en que se muestra en solitario. Un cuarto de siglo después puede decirse que se ha convertido en una de las más austeras de la Semana Santa salmantina, especialmente a partir del cambio estético producido en 1995, que redujo el adorno floral del Cristo a un puñado de cardos y resaltó la hermosa sencillez de la Virgen. El momento central de la procesión es la estación ante el Santísimo Sacramento en la Catedral Nueva.

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