Es un temor razonable si contemplamos con detenimiento las propuestas que nos llegan desde Madrid y desde Valladolid. A la desafección que vive el profesorado y el personal de administración y servicios se suma ahora la desesperanza y el desconcierto ante el futuro. Tras haber gastado muchas energías, inútiles a la postre, en el plan Bolonia, llegan tiempos darwinistas y tiempos de imaginación solidaria y de lucidez para afrontar los retos comunes. No creo que se hayan aplicado en los últimos años en nuestras universidades, ni mucho menos en el tratamiento del mapa de titulaciones que nos diseña la Junta de Castilla y León.
Ahora, de repente, a nuestras autoridades les ha entrado la prisa y la diligencia, precisamente en los momentos en que se ha rebajado drásticamente la financiación europea, y la crisis económica y financiera determina las decisiones para “la consolidación y el ajuste fiscal”. El Ejecutivo obedece y a la vez manda. Las universidades acatan y ceden dócilmente su autonomía, sintiéndose en principio satisfechas con los resultados y con las titulaciones sacrificadas. Interpreto, por tanto, que los intereses centrípetos del poder han conjugado una vez más la misma partitura teórica y práctica, dejando en un segundo plano y sin capacidad de elección y decisión a la Universidad de Salamanca. No solamente lo siento por lo que supone de pérdida para la Facultad de Geografía e Historia, sino por las consecuencias tan negativas que a medio y largo plazo supondrán para la Universidad de Salamanca.
Es evidente que a partir de estas decisiones los efectos de polarización y de concentración se acentúan en Valladolid, y al contrario, la Universidad de Salamanca debilita su capacidades y sus ofertas en campos que hasta el momento han ofrecido un gran abanico de opciones de cooperación docente e investigadora, tanto internamente como hacia al exterior. A título de ejemplo, la propia vocación transversal de la enseñanza de la Geografía se ha puesto de manifiesto una y otra vez en programas de Licenciatura o Grado, en Doctorados o Masters de dimensión territorial, medioambiental o patrimonial en los que incorpora un plus de conocimiento espacial o cartográfico y nos aproxima con sentido riguroso a las distintas escalas que nos envuelven. La Geografía fortalece entonces nuestras opciones de análisis y la complejidad de nuestra mirada. Nada más y nada menos que todo esto pierde la Universidad, y con ello renuncia en gran medida al pensamiento crítico y a la reflexión enriquecedora y transdisciplinar. La Universidad de Salamanca no se merece este trato.
Espero, no obstante, que el locus antiquus et amoenus(Fray Luis de León) que nos acoge y la vieja universitas studii salmantini que ha mirado siempre más allá de su entorno, sepan defender su dialéctica histórica y geográfica a escala universal, y no olviden la deuda que tienen contraída con el marco regional, con el mosaico ibérico, con el hogar europeo y con el “oikoumene” planetario. En estas referencias geográficas se apoyan precisamente las raíces más hondas de su larga existencia y de su propia identidad. Renunciar a ellas, es renunciar al presente y al futuro.
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