En 1983 surgía el barrio salmantino de Buenos Aires gracias a la construcción de una serie de viviendas. Lo que entonces era una nueva zona de oportunidades en la ciudad se ha ido convirtiendo en un barrio aislado en el extrarradio. De ahí que sus vecinos aprovechen este trigésimo aniversario para reclamar un mayor apoyo por parte de las instituciones para eliminar los estereotipos existentes y reducir el aislamiento de esta zona con el resto de la ciudad. Este domingo se lleva a cabo a partir del mediodía una fiesta con charanga, majorettes y bailes a modo de confraternización, invitando al resto de salmantinos a acercarse y participar. 
 
A Buenos Aires, separado de la ciudad por el río Tormes, la Nacional 620 y espacios sin urbanizar, llegaron desde hace treinta años 350 familias trasladadas de otras zonas deprimidas de la ciudad, especialmente aquellas que se alejaban del centro histórico. La construcción del barrio consiguió resolver un problema de vivienda de un sector de la población pero, al mismo tiempo, se le marginó y segregó espacial y socialmente a la mayor parte de la población de bajos recursos económicos y culturales. 

"Los problemas fundamentales de la población de Buenos Aires se pueden sintetizar en un nivel de ingresos muy bajos. desempleo que afecta, sobre todo, a la población joven y trabajo en economía sumergida sufrido, en gran parte, por las mujeres, deudas en el pago de las viviendas y problemas con la propiedad de las mismas, familias de bajo nivel cultural, elevado nivel de analfabetismo funcional y de fracaso escolar, dificultades en la convivencia entre culturas y etnias diferentes, venta masiva de droga, presencia de conductas desviadas, problemas de autoestima personal y grupal, y escasez de alternativas de ocio y tiempo libre", resume la asociación para el desarrollo de Buenos Aires, Asdecoba.

 
A su juicio, "la pobreza pasó a tener un techo y un lugar donde ocultarse. Buenos Aires se ha convertido en un claro ejemplo de las consecuencias negativas que se derivan de acciones que se quedan en lo sectorial. Afrontar el problema de la vivienda de manera aislada no resuelve los desequilibrios y la marginación. Todo ello, influye en las familias y provoca su desestructuración, la creación y desarrollo de hábitos no saludables, una organización económica y doméstica insuficiente o inadecuada y la falta de hábitos de salud e higiene, con los problemas que esto motiva".

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