En segundo lugar se encuentra el tratamiento farmacológico que se basa fundamentalmente en fármacos que controlan la sintomatología de los pacientes, por ejemplo los antihistamínicos vía nasal, oral u ocular, los corticoides nasales, para el asma los broncodilatadores y los corticoides inhalados, entre otros.
Por último está la vacuna de la alergia, cuyo objetivo es que aunque el paciente esté sensibilizado no presente síntomas o presente el mínimo posible. “Intentaríamos modificar así el curso de la enfermedad. A pesar de estar en contacto con el alérgeno, en este caso el polen, el paciente tolera mejor el contacto y hay algunos que dejan de tenerlo”. Se utiliza fundamentalmente en rinitis intermitente moderada o grave, y en rinitis persistente por los pólenes. También se administra en casos de asma intermitente, persistente leve y moderada, no así en el asma grave ni tampoco en el asma no controlada.
Incidencia
En la provincia de Salamanca la alergia al polen supone entre el 60 y el 80% de las alergias, a continuación se encontrarían los ácaros del polvo con un 30%, los epitelios de animales con un 25%, y los hongos entre un 10 y un 15%.
Pese a que la alergia al polen no es una enfermedad grave en lo que a la rinoconjuntivitis se refiere, en los casos de asma no sucede lo mismo. “Una crisis asmática grave puede obligar al paciente a ir a urgencias y a precisar ingreso al llegar a tener un cierto riesgo vital”, afirma Ignacio Dávila.
Sin embargo, afecta mucho a la calidad de vida, más que otras enfermedades como por ejemplo la hipertensión u otras enfermedades cardiovasculares. “No hay más que imaginarse cuando uno tiene un catarro, pues así están los pacientes y eso sí que les afecta a la calidad de vida”.
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