“Lo único que sucederá el viernes es que se cerrará un periodo de tiempo de un calendario”

 “Lo único que sucederá el viernes es que se cerrará un periodo de tiempo de un calendario”
“Lo único que sucederá el viernes es que se cerrará un periodo de tiempo de un calendario”
La observación del cielo para elaborar los diferentes calendarios en función de los ciclos celestes ha sido algo común, en mayor o menor medida, en todas las civilizaciones antiguas. Pero quizá hayan sido los mayas el pueblo más obsesionado por la elaboración del calendario. Para ello, registraron en tablas, a lo largo de extensos períodos de tiempo, observaciones astronómicas muy precisas. En las últimas semanas, esto ha dado lugar a multitud de especulaciones infundadas sobre un posible “fin del mundo”, al igual que sucedió en el cambio de milenio.
 
La directora del Planetario de Madrid, Asunción Sánchez Justel, explica que los mayas “comparten con el resto de los pueblos mesoamericanos calendarios que no tienen un origen, sino que son cíclicos”. En torno al siglo III-IV de la civilización occidental, señala, los reyes y líderes de las grandes ciudades “quisieron dejar constancia de su linaje y de sus hazañas y para que quedaran definidos en el tiempo pensaron que necesitaban un calendario que tuviera un origen y fijara claramente cuando se habían producido”.
 
De este modo, crearon el calendario conocido como “de la cuenta larga” y fijaron su origen en el año 3114 antes de Cristo, un comienzo “totalmente mítico”. La mayor unidad temporal de ese calendario es el “bakún” y la mayor cantidad de esa unidad de tiempo se fija en 13 “bakunes”, que son más de 5.000 años. “Lo que sucede mañana es que se cumplen esos 13 “bakunes” y se empezaría a contar otra vez de cero, pese a que en numerosas inscripciones mayas aparecen cifras muy posteriores”, agrega Sánchez Justel.
 
Así, el viernes “se cierra un periodo de tiempo de un calendario”, teniendo en cuenta además que los calendarios “son creaciones mentales humanas para medir el tiempo y acompasarse lo mejor posible a la naturaleza, aunque la naturaleza no obedece a los calendarios y sigue su curso”.
 
En cuanto a los conocimientos sobre astronomía de este pueblo mesoamericano, la directora del Planetario de Madrid recuerda que los mayas eran “unos observadores fantásticos”. “Observaban la Luna, Venus, posiblemente Marte, y el Sol, fundamentalmente por motivos astrológicos, y lo que sabían eran sus posiciones con una precisión absoluta, y podían calcularlas para bastantes periodos de años, pero eso no quiere decir que supieran qué eran”, precisa.
 
Los Mayas conocían, por ejemplo, que Venus aparecía por el lugar situado más al Norte cada ocho años, en la misma posición, y que se producían eclipses cada 177 días, y sabían predecirlos por muchos años de observación, pero no sabían qué estaba pasando. “No sabían el porqué de las cosas y precisamente por eso eran tan sanguinarios, tenían que ofrecer sacrificios a sus dioses y a sus astros para darles la fuerza para seguir por esos caminos y aplacar sus iras”, concluye.

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