Da igual que cayeran chuzos de punta. Salamaq está lleno de rincones para resguardarse de un chaparrón veraniego pasajero. Y así fue. Diez minutos después no quedaban ni los charcos gracias a la diligencia del personal de la Feria.

Otra jornada más, ni el mal tiempo pudo con el entusiasmo de las miles de personas que, aprovechando esta vez el día de fiesta, volvieron a acercarse a Salamaq para ver “lo de siempre” pero también las novedades, que son unas cuantas. Empezando por la impresora en tres dimensiones con la que Caja Rural ha dejado boquiabiertos durante estos cinco días a los visitantes, sin importar la edad. Ojos como platos mientras la máquina dibuja el patrón de una pequeña rana de color verde que va construyéndose por capas hasta terminar en la mano de algún niño al que todavía le cuesta explicarse cómo, en cuestión de 5 minutos, de una bovina de plástico ha podido nacer un juguete.

Muy cerca de allí, otro de los atractivos reposa en su expositor rodeado de un buen número ojos. Lo escrutan para analizar hasta el último tornillo. Parado, es cierto, también llama la atención pero en cuanto echa a volar el ‘aracnocóptero’ se convierte en la estrella. Los ‘drones’ de fabricación salmantina han venido para quedarse y no podían faltar en una feria como Salamaq. Desde hace un par de años ya se usan para revisar el estado de los cultivos, medir extensiones de terreno, cartografiar o hacer fotografías aéreas de entornos rurales. Hoy por hoy todavía se ven poco pero son el futuro cercano y están llamando a la puerta.

Innovar entre 'leones'

 

Y es que Salamaq ha querido darle relevancia este año a la innovación. Por eso, entre otras cosas, se ha aliado con la Universidad de Salamanca. La sociedad está conociendo de primera mano qué pasa dentro de las aulas. Fuera de lugar, en un stand que poco tiene que ver con la solemnidad de una clase, los investigadores se afanan por divulgar mientras la megafonía reclama la atención de conductores despistados o anuncia una subasta de ganado. Los caminantes observan, a veces con curiosidad, en ocasiones con interés pero casi siempre como si fuera un exótico objeto decorativo a miembros de prestigiosos grupos de investigación ignorando que son los responsables de algunos de los avances más revolucionarios de los experimentados por el campo en el último lustro. Eso sí, cuando la Universidad, en un alarde de su capacidad para adaptarse al medio, organiza catas o degustaciones, los curiosos se transforman en ansiosos que, primero, comen con la mirada y, después, acaban con quesos, mermeladas, mieles, vinos, aceites o lo que se les ponga por delante a la misma velocidad con la que el león termina con la gacela. La ley de la selva. Normal en un certamen donde los animales son estrellas del rock. Por suerte para ellos, la evolución no los dotó para saber firmar autógrafos. 
 
 
 

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