El investigador de la Universidad de Burgos Francisco Javier Marcos Saiz ha desarrollado en los últimos años un intenso trabajo científico en los alrededores de la Sierra de Atapuerca. En concreto, ha realizado una prospección sistemática en un radio de 10 kilómetros desde la Cueva Mayor, un área de estudio de 314 kilómetros cuadrados que le ha permitido documentar cerca de 200 yacimientos inéditos. El proyecto ha centrado su tesis doctoral, bajo la dirección del profesor Juan Carlos Díez Fernández Lomana, en la que ha profundizado en la cultura material (lítica y cerámica) de los nuevos yacimientos descubiertos y en la evolución de su poblamiento. Marcos Saiz ha podido constatar que el entorno de la Sierra de Atapuerca es uno de los territorios de la Meseta Norte más intensamente explotados durante la Prehistoria reciente.
 
La tesis parte de una hipótesis clara: la amplia presencia humana en la Sierra de Atapuerca, como revela la gran potencia estratigráfica de las cuevas, su diacronía sedimentaria y su polifuncionalidad, expresaría una intensa actividad también en el entorno circundante mediante poblados y sitios de actividad complementaria. “Resultaba altamente improbable que los registros en las cuevas de la Sierra de Atapuerca fuesen unos hallazgos aislados, sino que deberían de estar interrelacionadas con yacimientos en el exterior”, explica a DiCYT el investigador.
 
Para contrastar esta teoría, entre 1999 al 2007 el Equipo de Investigación de Atapuerca (EIA) ha realizado campañas de prospección en los 314 kilómetros cuadrados de la zona de estudio, cubriendo un marco cronológico amplio: desde el VI al II milenio antes de Cristo, en los periodos del Neolítico, Calcolítico y la Edad del Bronce. Esto supone, asegura, “una importante aportación a la Prehistoria reciente de la Meseta Norte porque nunca antes se había analizado tal cantidad de yacimientos”.
 
Por un lado, el trabajo estudia la evolución de la tecnología lítica en este periodo (empleando en torno a 8.000 vestigios presentes en 168 yacimientos) y, por otro, analiza la ubicación de los yacimientos exteriores (un total de 247), las cuevas y las estructuras funerarias megalíticas, para contrastar las decisiones y estrategias de ubicación de los grupos, los patrones de asentamiento y la evolución de su poblamiento.
Marcos Saiz señala que una de las mayores aportaciones de la tesis a nivel metodológico ha sido la construcción de un Sistema de Información Geográfica (SIG) y la implementación de varias técnicas de la Estadística Multivariante e Inferencial, cuantificando múltiples variables tecnológicas y locacionales “con el fin de contrastar las diferentes hipótesis, clasificar los yacimientos en varios grupos funcionales y locacionales, y verificar las diferencias o similitudes entre el Neolítico, el Calcolítico y la Edad del Bronce”.
 
Un territorio intensamente explotado
 
El trabajo llega a la conclusión de que el entorno de la Sierra de Atapuerca es uno de los territorios de la Meseta Norte más intensamente explotados durante la Prehistoria reciente, con varias cuevas polifuncionales (zonas de hábitat, estabulación, espacios funerarios y manifestaciones simbólicas), poblados de diferente duración (estables y estacionales), espacios de actividad económica complementaria (recurrentes y efímeros) y varias estructuras funerarias megalíticas espacialmente interrelacionadas.
 
De esta forma, “el paradigma de que la cultura del Neolítico era una cultura de las cuevas hay que derribarlo por completo porque éste y otros trabajos están determinando que en el entorno de las cuevas hay muchos poblados al aire libre, es decir, la dinámica poblacional es ocupar el exterior, no las cuevas, que se utilizan a veces como rediles de ganado o como espacios habitacionales complementarios, articulándose con los propios poblados exteriores”.
 
En la misma línea, la tesis concluye que el registro de las cuevas “no causa el poblamiento exterior, sino todo lo contrario, la intensidad de la población del territorio es la que genera unos depósitos arqueoestatigráficos en las cuevas”.
 
Gran interés geoestratégico
 
Por otra parte, el trabajo determina un interés de los grupos prehistóricos por este espacio geoestratégico que conecta la Cuenca del Duero con la Cuenca del Ebro que cuenta “con alta potencialidad de recursos económicos, con gran diversidad de biotopos y varios afloramientos de sílex”. Las investigaciones indican que el entorno de la Sierra de Atapuerca ha sido explotado desde hace más de un millón de años (desde el Pleistoceno Inferior) hasta la Edad del Bronce (Holoceno), exceptuando algunos periodos de ausencia o escaso impacto en el medio.
 
En concreto, desde el Neolítico Antiguo (VI milenio antes de Cristo) hasta la Edad del Bronce (II milenio antes de Cristo) se documenta “una continuidad del poblamiento muy intensa tanto en las cuevas como en el exterior, desplegando una estrategia económica agropecuaria con una tecnología industrial de similares características, aunque con cambios técnicos muy progresivos”.

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