Llega la hora del enlace en Perilla de Castro. La madrina da los últimos retoques al traje del novio. Un novio que se afana por calar hasta el punto justo su sombrero. Debajo del sombrero un pelo arreglado, camisa blanca, chaleco recto, corbata, fajín, pantalones perfectamente lisos y zapatos. Tras el visto bueno, madrina y novio salen de casa arropados por toda la familia.
Pero no toman la calle de la iglesia del pueblo. Se desvían para pasar por el caserón donde vive la familia de la novia. Allí, vestida de riguroso negro, la novia ve como su familia le coloca la mantilla. Tras unos minutos de nervios, y tras escuchar a la comitiva del novio a las puertas de casa, sale del brazo del padrino y se encuentra con su futuro marido. De esta forma, novia, novio, madrina y padrino caminan, seguidos por todos los invitados, hasta alcanzar las puertas de la iglesia.
Por la senda hasta el tempo, los sones del tamboril, la dulzaina y los bailes ponen la banda sonora y hacen lucir los trajes más ancestrales. Tras la unión matrimonial a los ojos de Dios, más bailes, danzas y un convite en el que participa todo el pueblo. Un convite que más allá de durar unas horas, en algunos casos se extiende durante varios días.
Una tradición, toda ella, que los vecinos de Perilla de Castro no quieren perder. Por eso, la Asociación Cultural Roaces, con la ayuda del Ayuntamiento de Perilla de Castro, planificaron dentro del Verano Cultural una representación de una boda tradicional. Y es que Perilla desea recordar a sus ancestros, y sobre todo desea que los más jóvenes, que llegan al pueblo durante estas fechas estivales, sean capaces de mantener vivas esas tradiciones para posteriormente trasladarlas a las generaciones venideras. Se trata, por tanto, de hacer un esfuerzo por mantener vivo el pasado.
Con esta actividad se llega a la recta final de un Verano Cultural que comenzaba el 31 de julio y que finalizará este domingo con varias actividades entre las que destaca un desfile de trajes regionales.
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