Lanza en ristre y bajo un sol de justicia, cuatro apuestos caballeros salían al palenque de la catedral pasadas las seis y media de la tarde para rendir pleitesía al público zamorano. Acompañados de sus escuderos y de su afición, cada jinete representaba un color. Don Juan de Castilla encarnaba el color rojo, Don Ramón de Serra el blanco impoluto, Don Hernán Gómez de Bahamonde el verde esperanza y el villano Sir Thomas Pearce de Britania abanderaba el desangelado bando negro. 

Enviados por los Reyes Católicos y bajo la atenta mirada de Don Payo Beloso, emisario de sus majestades, los contendientes midieron fuerzas en los juegos de habilidad, primero, y más tarde en los combates finales. Una hora y media de espectáculo con un público entregado en el que niños y mayores disfrutaron de una recreación histórica con gran dosis de realismo. Aunque, afortunadamente, la sangre y el acero fueron los protagonistas tan sólo de manera ficticia.

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