En su cautiverio de Argel, el escritor acude al palacio de una bella y misteriosa mujer argelina de alto linaje que le requiere para que le cuente una historia, enterada de su condición de escritor; a cambio de que le agrade la historia le ofrece liberarle. Cervantes acepta el reto de la argelina y decide relatarle una historia de amores y cautivos, de turcos y cristianos: El amante liberal. Tanto él como La Dama y otro esclavo asumen, a ratos, la voz y el gesto de los personajes de la historia y mientras se avanza en su relato. La Dama y Cervantes intercambian ideas, deseos, éxitos y fracasos.

Avanza el cuento y las vicisitudes de Leonisa, Ricardo, Mahamut, de sus dueños y de sus vidas y la lección que encierra esta minusvalorada novela ejemplar donde se entremezclan costumbres y conceptos del poderoso Imperio Otomano con los reinos de Europa y el choque de civilizaciones que se produjo a raíz de la caída de Constantinopla.

Una Bailarina mima algunas de las acciones que acontecen en la narración y nos sumergen en aquel apasionante siglo XVI en el que Cervantes vivió. Poco antes del final del relato de Cervantes a La Dama se nos descubre que la confusión y el delirio de don Miguel han recreado la figura de la supuesta Dama que no es otra que la de su liberador. Sus delirios han creado en su cerebro el germen de las futuras novelas ejemplares que años después desarrollará plenamente. La atmósfera escénica, plagada de claroscuros, de siluetas adivinadas, de imágenes que se filtran a través de unos inmensos barrotes llenando, a veces, la escena de hermosas abstracciones proyectadas crean una ilusión mágica, una sensación de irrealidad, el marco perfecto en el que lo imposible puede llegar a ser verdad. Un marco en el que la imaginación alucinada de un genio puede avanzar historias que más adelante, sin sosiego, vencido por tantas cosas, escribirá de manera magistral.

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