El municipio salmantino de Mieza, población radicada en el entorno de Las Arribes del Duero, sufrió múltiples epidemias en el pasado. De las dos más importantes del siglo XIX (el cólera morbo en 1855 y la viruela en 1875) han quedado suficientes registros documentales como para hacer posible este somero estudio histórico. Ambas epidemias fueron combatidas por un médico-cirujano nacido en Miraflores, Sebastián González Riaza, conocido en la prensa médica (en la que escribió a menudo) como El Cirujano de Mieza, que llegó al pueblo a tiempo de salvarlo de gran parte de los estragos que pudo causar el cólera; fue una gran victoria, pero, veinte años después, ya anciano, otra epidemia, ésta de viruela, se llevó a ciento treinta y cinco de sus pacientes en lo que fue una enorme y dolorosa derrota, de él, de la medicina y de la organización sanitaria: ¡le faltaron armas, conocimientos y juventud!
La historia y los textos de este doctor ayudan a conocer cómo funcionaba la medicina en aquellos tiempos no tan lejanos. Y su actividad, saltando entre Tras os Montes y Las Arribes, mulo y barca de paso mediante, para atender a ricos portugueses que lo llamaban por su prestigio, nos evidencia que aquel Duero indomeñable dibujaba una frontera que era mucho más permeable de lo que lo fue después durante muchos años.
El autor
Nacido en Mieza pero residente desde hace décadas en Zamora, Santiago Fernández ha mantenido siempre una enorme ligazón con el pueblo. Lugar donde seguía viviendo una parte importante de la familia de sus padres. Aún hoy, cuando la emigración y el tiempo implacable han mermado el número, su familia conserva una significativa presencia.
Durante años, en la infancia, casi todos los veranos daban para una temporada en Mieza. La adolescencia y la juventud fueron distanciando las ocasiones; pero el rumor del Duero en su pasar abrupto por la caída del Cachón que se oía en Mieza hasta que la presa de Saucelle, en 1956, lo apagó, se mantiene en su memoria. Y con él, la oferta de saborear alguna de las anguilas que allí se pescaban. "Sólo ocho meses fui niño en Mieza, pero siempre fui miezuco", dice.
'Mieza, diezmada por las epidemias' es el resultado de unos cuantos años de investigación personal. "Y espero que sea una buena aportación a la intrahistoria de nuestros pueblos, tan olvidados y tan en proceso de desaparición", asegura.
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