Acoger a niños saharauis, una valiosa experiencia: “cuesta muy poco y recibes mucho a cambio”

Cada familia tiene sus propias motivaciones para acoger en su hogar a niños procedentes del Sáhara, como la solidaridad o el poder inculcar a los más pequeños el valor de las cosas

 Ampusasa   Hana
Ampusasa Hana

A principios del mes de julio desembarcaron en España cerca de 4.500 niños saharauis, de los que 24 han llegado a Salamanca. Permanecerán hasta finales de agosto con familias salmantinas que se han prestado a darles un hogar y unas condiciones muy diferentes a las que sufren en el desierto en pleno verano.

SALAMANCA24HORAS ha conocido de cerca una de las familias, que acoge desde el año pasado a Hana, un niño de 12 años. Se definen como una familia comprometida a nivel social, sobre todo con la historia del Sáhara, y dado que tienen dos hijos de 12 y 14 años, ya en 2017 se plantearon acoger en su casa a un niño, que por entonces tenía la misma edad de su hijo más pequeño.

“Queríamos mostrarles a nuestros hijos que hay otras maneras de vivir, porque ahora se tienen cosas y no se valora nada, queríamos que valoraran lo que tienen”, explica Primi García, la madre de los niños. Después de ver un cartel e informarse del proceso, Primi consultó a su familia sobre la posibilidad de acoger: “teníamos que estar todos de acuerdo en casa”.

Tras el sí, afirma tajante que “la experiencia fue muy buena, ya que Hana tenía 11 años, igual que mi hijo pequeño”. “Vienen con lo puesto y tienes que compartir todo: ropa, armarios, juegos…”, por eso detalla que “La acogida la hacen los niños, son ellos los que comparten los espacios y los tiempos, y a nosotros no nos cuesta nada, y lo que recibes es mucho”.

Añade que la experiencia ha sido fácil porque “los niños son muy colaboradores, no he tenido ningún problema: come de todo, ayuda a recoger y está siempre dispuesto a todo”. Cuenta como anécdota que Hana repite a menudo la frase ‘No pasa nada’: “Si quiere hacer una cosa y no podemos ir, dice que no pasa nada; si se rompe su balón favorito, no pasa nada; si mis hijos discuten, dice que no pasa nada, lo hace muy fácil. No es que sean conformistas, es la situación que tienen”, destaca Primi.

De la llegada, Primi recuerda que los niños vienen muy cansados, dado que desde que salen de los campamentos hasta que llegan al destino, pasa casi un día. A esto se añade la tristeza por haber tenido que dejar a su familia en unas condiciones muy duras que superan los 50 grados centígrados. Por eso, aunque al principio están tristes, necesitan unos diez días de adaptación a la nueva casa y la nueva familia. Durante la estancia, eso sí, tienen contacto con sus familias biológicas a través de llamadas telefónicas.

El idioma, por su parte, supone un inconveniente: “Hana el año pasado entendía lo básico pero le costaba hablar, aunque al final del verano se fue hablando muchísimo”. Al pasar todo un año sin hablar español, cuando ha vuelto este julio apenas recordaba, “pero estos días ha empezado a hablar un poco más, la disposición que tienen es muy buena”, recalca Primi. Dado que la madre de Hana no habla español, para consultar cualquier tipo de dificultades utilizan de intermediaria a la prima de Hana, que también pasó veranos en España y habla el idioma.

Primi explica las actividades que llevan a cabo con Hana: “Hago absolutamente lo mismo que hago con mis hijos: ir a la piscina, al campo, se han ido de campamento y nos iremos de vacaciones”. Además, la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de Salamanca organiza cada año una serie de actos conjuntos para reunir a todos los niños, como la revisión auditiva, la recepción en el Ayuntamiento, una excursión a un parque acuático promovido por la Junta de Castilla y León, una comida de convivencia en las piscinas de Alba de Tormes y una comida con pizza.

Cuando llega el final de agosto, la vuelta, relata Primi, “Es fácil porque han pasado dos meses aquí, pero se van muy contentos porque se van a su casa”. ¿Repetirán la experiencia? “En principio sí, pero con el inconveniente de que mis hijos ya van creciendo y no van a coincidir en edades. Si los niños van haciendo su vida más independiente, no me importa”, explica.

Concluye animando a las familias a acoger y a vivir la experiencia: “Realmente cuesta muy poco y lo que recibes es mucho a cambio”. Aclara que los niños se adaptan muy fácilmente y no hay problema con compatibilizarlo mientras se está trabajando gracias a los campamentos urbanos.

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