Poco me cuesta imaginar a un señor con mallas llamado Cristóbal Colón, frente a unos remilgados y genocidas Reyes Católicos, mostrando un huevo en su mano con la sana intención de demostrar que la Tierra lejos de ser aplastada cual folio pintorreado, es redonda. Claro que con el tiempo esta secuencia de la historia ha sufrido grandes contradicciones si atendemos a los datos que apuntan a que esta sabionda teoría del navegante genovés, ya estaba extendida desde años atrás por parte de otros eruditos, mucho menos efectista que él.

Y con el pasar de los siglos, y no es un dato baladí, hemos ido mostrando diferentes confirmaciones referidas a la redondez de nuestro planeta hasta llegar a nuestros días en los que satélites, una estación espacial internacional e incluso algunos vuelos extremos, siguen dejando pruebas gráficas de que nos ha tocado por sorteo vivir en un planeta azulado, con una importante mezcla de agua y materia sólida, todo ello con un envoltorio muy, pero que muy redondo.

Y he aquí este momento de nuestra existencia, en el que la involución de la especie humana vuelve a dar una muestra de seguir su recorrido, y al igual que en tiempos pretéritos los afelpados y toscos de mente afirmaban que la Tierra era plana, en pleno siglo XXI, con la vigencia de este 2019, ha vuelto a resurgir hipnóticas y ridículas teorías sobre el engaño al que la humanidad está sometida, sobre la planicie de nuestro planeta. Según una importante parte de los defensores de esta esperpéntica idea, el planeta acabaría en una especie de muro de hielo que hace de frontera con el espacio exterior. 

La Tierra sería en realidad una especie de disco gigante con el Polo Norte como centro de esa extensa superficie. Ese muro de hielo es el que impide que el agua de los océanos se disperse por la galaxia. La Flat Earth Society (Sociedad de la Tierra plana) afirma que las agencias espaciales del mundo y los grandes poderes fácticos están conspirando para falsificar todo lo referido a la carrera espacial y a las expediciones en busca de otros planetas habitables, que dicho sea de paso, no son planos sino redonditos como el nuestro.

Y es en este punto en el que si me lo permite, saco a pasear mi ironía, cinismo y algunos otros “ismos” que por guturales, prefiero no exponer en estas líneas. Me viene a la mente el pobre Willy Fog, que se pasó 80 días haciendo el panolis entre trenes, globos, barcos y todo lo que se meneara para poder dar la vuelta a un mundo que en realidad estaba aplastado cual sándwich mañanero. 

Y qué decir de esos miles y miles de estudiantes que han tenido que hacer con pelotas de corcho blanco perfectamente aderezadas, un sistema solar en condiciones para alcanzar un aprobado en las clases de ciencias. ¿Qué hago yo ahora con mi desmembrado globo terráqueo en el que fijo algunos viajes con la punta del dedo índice?, ¿lo escachurro con la maza hasta convertirlo en una tortilla terrestre?

Me cuesta hacerme a la idea de que en realidad formamos parte de una estancada fuete en la que hacer pipí en las frías aguas del Atlántico, en realidad es algo parecido a echar una meada en una vírica piscina empozada en medio del espacio sideral. ¡Normal que los extraterrestres pasen de nosotros! ¿A qué marcianito le va a gustar vivir en un planeta (planeta según estos amorfos de las ideas, viene de plana, como la Tierra que veneran) en el que echarse a rodar pierde parte de su sentido? ¿Qué hacemos con esa canción mexicana que dice “…y rodar, rodar, roooodarrrr? Y si verdaderamente es plana, ¿tendrá capas hasta llegar al núcleo, o es delgada como un trozo de cartón? Que yo me aclare, ¿es plana, plana, o hablamos de una especie de cuadrado, cubo o bañadera?

¡Ay amigo lector!, aquí me encuentro sentado frente a la pantalla de mi ordenador, repleto de inseguridades y no exento de ganas de partirme la caja de la risa y el despiporre, cuando leo las inverosímiles mamarrachadas de aquellos que no encuentran a estas alturas de la vida entretenimiento en el onanismo endémico del gremio. Afirmar en pleno siglo XXI que nuestro viejo planeta azul es en realidad un lienzo cuadriculado, es casi tan atrevido como dar por sentado que los defensores de esta estupidez son contenedores de algún tipo de neurona sana.

De todos modos, y por mi naturaleza de desconfiado, me acercaré a la costa en cuanto me sea posible, para advertir a los incautos navegantes de que existe la posibilidad de que antes de llegar a su destino, puedan toparse de frente con una alargada cubitera fronteriza, a los mismísimos límites con el espacio. 

Se me ocurren algunos chistes malos con ingredientes tales como el gélido muro, la desquiciada existencia de Donald Trump, o del destino incierto de aquellos que se han estrellado contra el muro final. Podría escribir decenas de folios sobre la posibilidad de que en realidad aviones desaparecidos como el vuelo 370 de Malaysia Airline, o aquellos que una vez fueron a comprar tabaco y no regresaron, llegaran hasta los límites de la Tierra, y en un acto de curiosidad humana escalaron el muro y se precipitaron hacia el oscuro e incierto Sistema Solar.

¿He dicho curiosidad humana? ¿Y si no fuésemos humanos sino extraterrestres? ¡Uf!, creo que no tengo el estómago para tanta indómita irracionalidad junta. Quizá en otra ocasión le hable de estos otros, de aquellos a los que prefiero llamar “acomplejados existenciales”.

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