Al-Azif: Ley de los Muertos

El Necronomicón se hizo conocido por uno de los más grandes escritores del género del terror y lo fantástico, Lovecraft. En él se contienen los conocimientos para la inmortalidad, la resurrección y la nigromancia
 

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 Al-Azif: Ley de los Muertos
Al-Azif: Ley de los Muertos

Los libros, esos inseparables amigos, compañeros de largos viajes y cortos recorridos. Mundos y Universos navegados a través de sus páginas surcadas por miles, millones de palabras escritas en negro. ¿Quién no se ha visto embaucado por un libro en el que inevitablemente acabas formando parte de sus escenarios y convirtiéndote en uno de sus personajes? Y es que los libros desde siempre han sido los perfectos compañeros de viaje, del largo recorrido de la vida me atrevería a decir aún a riesgo de parecer demasiado filosófico de la vieja escuela. 

Precisamente hace unos días intenté realizar el complicado cálculo de cuántos libros habré podido leer a lo largo de mi vida, y a pesar de que no he alcanzado a adivinarlo, estoy convencido de que los debo contar por cientos; de todos ellos he aprendido algo, todos ellos han sabido regalarme pequeños o grandes broches de conocimientos y vivencias. Y es que con los libros ocurre casi como con la música, que siempre hay una canción para cada momento de la vida, para cada hora del día. Pero hay un libro que no tengo aún en mi biblioteca personal, una obra cargada de grandes secretos y el mayor de los enigmas. ¡No está entre mis libros porque es una obra que quizá no exista! Curiosamente uno de los libros más perseguidos y enigmáticos de toda la Historia puede ser un libro ficticio, ¿sorprendente, verdad? 

El Necronomicón (La Ley de los Muertos) se hizo conocido por uno de los más grandes escritores del género del terror y lo fantástico, me refiero a Lovecraft, o para hacer justicia a quien le bautizó, su nombre completo es Howard Phillips Lovecraft, nacido en 1890 y fallecido a los 47 años de edad. Aquellos fueron unos años muy especiales para la literatura fantástica, época en la que Lovecraft junto a otros autores del género, crearon “Los Mitos de Cthulhu”, conjunto literario en el que se encontraba como pieza fundamental el Necronomicón, libro de supuesto origen maldito en el que se recoge el origen y llegada de los ”Primigenios” mediante profecías, relatos cortos y parábolas, además de incluir oraciones, simbologías y rezos para conseguir liberarles de su eterno sueño provocado por los “Arquetípicos”. 

En él se contienen los conocimientos para la inmortalidad, la resurrección y la nigromancia. Así a bote pronto puede parecer una paranoia más de aquellos autores que divagaban entre la realidad y lo inventado, pero el Necronomicón tiene los ingredientes adecuados para no pasar inadvertidos. A pesar de la inventiva y leyenda que lo envuelve, podemos encontrar un origen real para esta insólita historia.

Su título original es Al-Azif. Azif, término con el que los árabes se referían a los ruidos nocturnos producidos generalmente por los insectos, y que ellos atribuían al murmullo de los demonios, los susurros del inframundo. Fue escrito por Abdul Al Hazred, un controvertido poeta que vivió en la época de los califas Omeyas hacia el año 700. De él se dice que vivió durante algo más de diez años en los grandes desiertos al sur de Arabia; el Dahna y el Roba el-Khaliyeh. Esas tierras estériles estaban pobladas por grandes monstruos y espíritus maléficos, con los que Al Hazred tuvo contacto directo y que marcaron el resto de su recorrido vital. Fue precisamente en sus últimos años mientras vivía en Damasco, donde escribió Al-Azif. Cuentan que su muerte en el año 738 se vio envuelta por terribles vivencias e incluso que fue –de modo simbólico- su propio libro quién le mató. 

Aquí comienza un largo periplo en el que Al-Azif pasa de mano en mano entre los grandes filósofos de la época, hasta que en el año 950 Theodorus Philetas de Constantinopla lo traduce al griego titulándolo Necronomicón. Fue un libro censurado, tildado de maldito e incluso prohibido por algún pontífice como el Papa Gregorio IX en el siglo XIII, y a lo largo de los siglos se fue perdiendo la pista de las poquísimas copias impresas que consiguieron salvarse de las hogueras, censuras y sincretismos. ¿Pero qué fue de la copia original escrita en árabe? Se dice que se perdió en los tiempos y que nunca más se supo de ella. Y es en este punto en el que vuelve a nuestro particular escenario la figura de Lovecraft, ya que muchos afirman que este autor tuvo acceso directo al manuscrito original y que su Necronomicón no es más que la réplica de los textos escritos doce siglos antes. 

Otra corriente de opinión apunta a que el bueno de Lovecraft lo que hizo realmente fue beber de algunas traducciones posteriores salvadas de la censura y tomar algunas referencias para hacerlas como propias. Sea como sea, el Necronomicón se ha convertido en el libro más buscado que nadie logra encontrar, porque no se sabe con certeza de su existencia, y al igual que ha ocurrido a lo largo de los tiempos, el libro que contiene las leyes de los muertos solamente se conoce de palabra a pesar de los ríos de tinta que se han referido a su supuesta existencia.

Será difícil que al entrar en una librería o biblioteca se encuentre de frente con un libro forrado con piel humana, el lomo hecho con hueso y sus páginas escritas con sangre (esa es la descripción que se da al texto original), pero si pone empeño en la búsqueda, quizá llegue a tener entre las manos el Necronomicón, el libro que atrae las desgracias y conserva ocultas las claves para no morir tras la muerte. 

Muchos hablan de él, creen en su existencia e incluso le declaran veneración aún a sabiendas que quizá cumplan su ciclo en la vida sin llegar a tenerlo entre sus manos, sin alcanzar siquiera a verlo.

Tampoco es menos cierto que millones de personas en el mundo creen en un Dios Supremo que nunca han visto y no por ello dejan de venerarlo. De todos modos no está de más advertirle que si por los designios de la vida el Necronomicón llega hasta sus manos, se lo piense al menos dos veces antes de abrirlo… quizá nunca más pueda volver a cerrarlo.

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