David Jiménez: "El periodismo español comparte muchos de los defectos de la política que critica"

El periodista David Jiménez formó parte durante veinte años de la plantilla de El Mundo, diario de referencia en la prensa española. Fue becario, redactor y corresponsal en Asia, y un día de 2015 le convencieron para que volviera a Madrid a dirigir el periódico y capitanear un barco de 300 personas. Permaneció un año en el puesto hasta que lo despidieron, pero el libro que sobre su experiencia ha escrito, El Director (editorial Libros del K.O.), se ha convertido en uno de los trabajos literarios más existosos de 2019 para la crítica al destapar secretos e intrigas del día a día de los medios de comunicación que comparten tanto los de ámbito nacional como local

 David Jiménez
David Jiménez

TEXTO: CRISTINA FUENTES Y JAVIER SORIA

Jiménez responde a SALAMANCA24HORAS desde el continente americano y deja muchos titulares sobre el oficio del periodismo, la prensa local, el futuro del papel o el papel que deben jugar tanto los creadores de noticias como los lectores.

¿En qué momento surgió escribir el libro? ¿Cuándo se dio cuenta de que las vivencias que le estaban ocurriendo debían preservarse?

Mientras dirigía El Mundo, a menudo tenía que pararme un instante y decirme: "¿Esto que acaba de pasar es real?". El editor de mis libros de reporterismo, Ángel Fernández Fermoselle, me sugirió que escribiera un diario porque estaba convencido de que las cosas que me iban a pasar podrían convertirse en un libro algún día. Cuando fui despedido, tras meses de presiones y una dura batalla por defender la integridad del diario, pensé que tenía una gran historia que contar, pero sobre todo que había cosas que la gente debía saber.

¿Cómo lleva ahora ser un superventas?

Mejor que no serlo (risas). Uno escribe para ser leído. Un libro es un gran esfuerzo, al menos para mí. Descubrir que lo que cuentas llega a la gente, que inspira a jóvenes reporteros o hace a los veteranos querer cambiar las cosas, todo eso hace que el esfuerzo haya merecido la pena.

¿Cómo digiere un corresponsal que lleva años en el extranjero y alejado del día a día de una redacción pasar a ser de repente director de un periódico como El Mundo?

En el libro cito a uno de mis padrinos en el periódico diciéndome que las trampas que iba a encontrar serían mayores que cuando iba a cubrir la guerra en Afganistán. En cierto modo, tenía razón. Durante mi año como director hubo momentos en que eché en falta el periodismo de infantería, no tener que lidiar con las luchas internas, las conspiraciones y las presiones del poder. Otro aspecto diferente son las encrucijadas morales. Como corresponsal, era fácil estar en el lado más puro del oficio: vas a un conflicto y das voz a gente en dificultades. Es fácil sentirse bien con uno mismo. Cuando ocupas el despacho, y tus decisiones pueden afectar a tus periodistas, sientes una responsabilidad que pesa.

¿Cómo se puede equilibrar en estos momentos el tratar de hacer un periodismo independiente con la obtención de unos ingresos publicitarios para subsistir como empresa?

Si dependes solo de la publicidad no puedes ser completamente libre. La mejor garantía de independencia es depender, al menos en parte, de tus lectores. Eso les convierte en tus jefes. El poder olió la debilidad de los medios tras la crisis y les apretó las tuercas, porque sabía que dependían de sus favores para salir adelante. Pero nadie le dice a The New York Times, con sus 3,5 millones de suscriptores, qué noticias debe guardar en un cajón. Solo se debe a esos lectores que pagan por su periodismo. 


¿Cree que los periodistas se han visto amenazados con la publicación de El Director, por desvelar los engranajes internos de su mundo?

Los periodistas estamos acostumbrados a criticar a los demás, no a nosotros mismos. El Director ha roto una ley del silencio que impedía que habláramos de nuestras miserias y secretos inconfesables. Unos periodistas han reaccionado aplaudiendo que se haya abierto ese armario que llevaba décadas cerrados. Otros periodistas se han sentido amenazados porque les ha ido muy bien bajo la ley del silencio que les protegía. Rosa María Calaf decía el otro día que la respuesta a El Director es un buen baremo del estado del periodismo. Una parte de la prensa ha reaccionado tal como se la describe en el libro y ha confirmado lo que se cuenta de ella.


¿A qué cree que responden las críticas que ha recibido por parte de algunos de sus excompañeros en El Mundo?

Hay compañeros de El Mundo a quienes ha gustado el libro, pero por razones obvias me lo transmiten en privado. El Director habla con admiración de personas que siguen en esa redacción, pero es duro con otros. Es normal que los aludidos no estén contentos. A nadie le gusta que le pongan frente al espejo. He tratado de ser justo, contar lo bueno y lo malo de una redacción. El coraje de grandes reporteros, pero también las intrigas, rivalidades y miserias de una redacción. ¿Alguien puede esperar que entre 300 personas todos sean estupendos? Los periodistas no estamos exentos de las debilidades de la naturaleza humana y a veces nuestro ego las exageran. De nuevo, el problema es la falta de costumbre para hablar de ellas. 

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Habla usted en el libro del periodismo de trabuco (presiones o noticias negativas que se realizan a las empresas desde los propios medios de comunicación para conseguir inversiones publicitarias) y de viajes en primera clase, televisiones regaladas o hipotecas con intereses muy reducidos que obtenían estos periodistas gracias a su buena relación con grandes instituciones. ¿Cómo puede recuperar este sector la credibilidad de sus lectores después de haber destapado esto?

En España se ha ejercido el chantaje periodístico, todos lo sabíamos y no dijimos nada. En España los periodistas han cobrado sobresueldos de grandes empresas. Lo sabíamos y no dijimos nada. En España una casta periodística ha disfrutado de privilegios imposibles para el resto de la gente. Lo sabíamos y no dijimos nada. En El Director se cuenta y los hay que se ofenden o se hacen los sorprendidos. El periodismo español comparte muchos de los defectos de la política que critica. ¿Cómo podemos recuperar la confianza de la gente? Lo primero es contar el problema, que es la esencia de nuestra profesión. Y después limpiar nuestra propia casa, porque solo cuando lo hagamos tendremos legitimidad para denunciar lo que ocurre en las de otros.

Mientras usted fue despedido, algunas de las personas que menciona en su libro y que se beneficiaron de prácticas de este tipo siguen trabajando, acudiendo a tertulias, etcétera. ¿Le parece justo?

El periodismo es una de las pocas profesiones en las que a veces debes tomar decisiones sabiendo que saldrás perjudicado. Es lo que llamo el coraje de decir NO. Por supuesto uno puede ganar más dinero, ir a más tertulias e incluso ser más famoso manipulando, haciendo propaganda o trincando de los poderes que supuestamente debemos vigilar. Pero si lo haces dejas de ser periodista. Yo solo duré un año como director de El Mundo y habría sido muy fácil durar más. Solo tendría que haber dicho sí cuando se me pedía que rompiera mis principios periodísticos. Al negarme, sabía que perdería mi puesto. Si no quieres enfrentarte ese tipo de encrucijadas, hay profesiones donde no se dan.

Cuenta usted en el libro su batalla para apostar por la edición digital de El Mundo. ¿Cree que los medios de comunicación están hoy más concienciados de apostar por Internet? ¿En qué lugar queda la versión en papel y cuál es su futuro?

El papel seguirá existiendo por un largo tiempo, pero será una parte cada vez más pequeña del negocio periodístico. Dejemos que sea el lector el que decida dónde y cómo quiere su periodismo. Lo importante es que este sea bueno, no en qué plataforma se lo distribuyamos.

Una de las cuestiones que le señalaron en su contratación como director fue que el periódico sufría una "pérdida de rumbo editorial", aunque posteriormente durante su gestión también se lo criticaron. ¿Cree que a la audiencia sólo le gusta leer aquello que es de su agrado ideológicamente o al contrario?

Antes decía que para ser libre un diario debía depender de sus lectores. Voy a puntualizarlo: de buenos lectores. La prensa de trincheras que hemos tenido en España ha acostumbrado a la audiencia a un periodismo a menudo sectario, que solo investiga a los del bando contrario y hace de propagandista del propio. Y claro, tantos años de esa medicina han resultado en lectores que a veces no quieren que se contradiga su verdad, sino que se la refuerces. Los medios valientes son aquellos que son capaces de contradecir incluso a sus lectores.

Hay un pasaje en El Director en el que sus compañeros van a la huelga para negociar un ERE y usted reflexiona un poco sobre la necesidad o no de realizar una protesta de este tipo. ¿De qué lado tiene que estar un director?

Fue uno de los momentos más difíciles. Por una parte quieres estar con tus periodistas y te opones a la decisión de la empresa de despedir a muchos de ellos. Por la otra piensas que los lectores no deben pagar por tu conflicto laboral y que deben seguir siendo informados. Lo que hacía la situación incluso más difícil era que si íbamos a la huelga, y el periódico no salía, los dueños amenazaban con despedir a más gente y con la indemnización mínima. Fue de esas situaciones en las que eché de menos no estar de nuevo en la corresponsalía, lejos de los despachos. Al final creo que tomé la decisión acertada: fui leal a la redacción y a los lectores.

¿Qué siente ahora cuando piensa en El Mundo?

Empecé en el diario como becario, fui reportero, corresponsal y su director. Trabajé allí 20 años. Le tengo cariño al diario y a gente que todavía trabaja en su redacción. Me produce una enorme pena que ese proyecto fuera desviado de su espíritu original por la ambición y la codicia de directivos a los que el periodismo nunca les importó una décima parte que sus bonus y sus coches de empresa. Mi deseo es que el periódico recupere el rumbo cuanto antes.

¿Qué opinión le merece el periodismo local o el de provincias, el que está alejado de las grandes ciudades?

Es importantísimo, porque trata temas cercanos a la gente y tiene un pulso cercano con la calle. Pero es un periodismo muy expuesto a presiones, porque se trata a menudo de medios pequeños y porque sus periodistas no suelen tener la protección de otros de renombre que trabajan en grandes empresas. En provincias he encontrado periodistas muy valientes, que a menudo trabajan en precario y con sueldos indignos, pero que tienen claro el servicio público que prestan.

¿Cree que se puede hacer un verdadero periodismo de calidad con medios y recursos humanos muy limitados?

The New York Times tiene más de 1.500 periodistas. Sería absurdo exigir a un medio local con una decena de personas la calidad de un gigante de esas proporciones. Pero se puede exigir la misma honestidad. Porque los principios periodísticos no dependen de los medios, sino de la fibra moral de cada uno. Hay periodistas igual de honestos en el Times y en un diario de provincias. Pero en el segundo no tienen un equipo de verificadores, documentación y contraste de la información que lo mira todo con lupa. Admira lo que hacen algunos medios pequeños con tan poco.

Portada Eldirector

¿Qué contenido cree que se debe realizar para tratar de paliar la sangría de lectores?

Si tu periodismo no es relevante para el lector, se irá a otro lugar. Tenemos que preguntarnos más que contenido interesa a los lectores, y no tanto a los políticos, los empresarios o nuestros colegas periodistas. Hay muchas opciones en el mercado: si no eres original, si no eres creíble, no tienes nada que hacer. El camino de la credibilidad es duro y lento, pero al final es el único posible.

El libro está dedicado a los futuros periodistas. ¿Con qué moraleja se tienen que quedar sobre el periodismo después de leer El Director?

La verdad parte con desventaja en una carrera en la que la mentira suele coger una rápida distancia, pero al final casi siempre se impone la primera. El tiempo está del lado del periodismo: los políticos van y vienen, pero un medio que se ha ganado la confianza de la gente queda.

¿Hay esperanza en el periodismo?

Por supuesto y está en esos futuros periodistas a los que dedico el libro. Ellos tendrán que corregir los errores que cometimos sus mayores.

(David Jiménez estará el próximo 22 de mayo presentando El Director en la librería Letras Corsarias de Salamanca. Será a las 20:00 horas y la actividad también la organiza la Asociación de Periodistas de Salamanca (ASPE))


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