Los tacones son uno de los elementos básicos en cualquier evento, reunión social o celebración. La moda en cuanto al estilo de tacón ha cambiado con el paso de los años, pero el efecto sigue siendo el mismo: elegancia. No obstante, las mujeres, que son las que en su mayoría usan este tipo de calzado, sufren angustiosos dolores tanto cuando llevan un rato con ellos como cuando se descalzan en casa. Así, usarlos conlleva una serie de efectos secundarios.
En MARCA.COM explican que en el momento en que nos empoderamos sobre unos tacones de más de cinco centímetros todo este diseño propio del mejor Leonardo Da Vinci se desmorona: pasamos a cargar más del 75% de nuestro peso sobre la parte más sensible de nuestros metatarsianos, el cartílago, y sometemos a presiones bárbaras a las placas plantares de nuestras articulaciones, lo que puede generar inflamaciones, fisuras y, no pocas veces, roturas de las mismas.
Además, hay que reseñar que, asociado al tacón, para más placer fetichista y más tortura masoquista, los stilettos generan una compresión de los segmentos digitales con las consecuentes lesiones dérmicas a corto o largo plazo, como heridas, callos, ojos de gallo, uñas encarnadas o exostosis subungueales.
Ante este tipo de consecuencias, indican varias soluciones "pasajeras". En el interior del calzado pueden resultar buenas aliadas las plantillas de descarga metatarsal o de materiales de amortiguación, ya que nos aportan un mayor confort, aunque hay que tener en cuenta que se trata de una solución pasajera. Siempre que podamos deberíamos escoger hormas anchas y de materiales flexibles como la piel, y caminar lo menos posible con los zapatos de tacón.
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