Un estudio advierte del gran impacto de la primera ola de la pandemia en la atención del cáncer de hígado

En todo el mundo, cada año se diagnostican alrededor de 800.000 personas con cáncer de hígado, lo que supone 700.000 muertes

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Un quirófano. | FOTO: EP
Un quirófano. | FOTO: EP

Una encuesta mundial dirigida por el grupo Barcelona Clinic Liver Cancer (BCLC) del Hospital Clinic de Barcelona, el CIBEREH y el Ospedale Maggiore Policlinico de Milán ha evidenciado que el 87 por ciento de los centros modificaron la práctica clínica para los pacientes con cáncer de hígado. Estos centros abarcaban Europa, América del Norte, América del Sur, África y Asia.

En todo el mundo, cada año se diagnostican alrededor de 800.000 personas con cáncer de hígado, lo que supone 700.000 muertes. Este estudio ha incluido a 76 centros de tratamiento de cáncer de alto volumen que participaron durante la primera oleada de la pandemia COVID-19 entre marzo y junio de 2020.

Los resultados, presentados en la Cumbre Digital del Cáncer de Hígado 2021 de la Asociación Europea para el Estudio del Hígado (EASL), revelan un catálogo de interrupciones en el diagnóstico y la atención. El 40,8 por ciento de los centros afirmaron haber cambiado los procedimientos de diagnóstico, el 80,9 por ciento habían alterado los programas de cribado y el 39,5 por ciento habían modificado los estudios de imagen para la estadificación o la evaluación de la respuesta al tratamiento.

De los 76 centros encuestados, sólo diez afirmaron no haber realizado ninguna modificación en la práctica clínica, e incluso entre esos centros, tres afirmaron que los pacientes habían sido reacios a acudir al hospital por miedo a contraer COVID-19, a pesar de que los servicios estaban disponibles.

"Nuestros resultados reflejan el impacto de COVID-19 en la detección, el diagnóstico y el tratamiento de los pacientes con cáncer de hígado en todo el mundo durante la primera oleada de la pandemia. Las modificaciones en el tratamiento del cáncer de hígado debidas a esta crisis plantean la posibilidad de que un mayor número de pacientes sean diagnosticados en un estadio más tardío del cáncer. Estos retrasos repercuten en el diagnóstico, la identificación de la progresión del tumor, la asignación del tratamiento y, en última instancia, el pronóstico", explica Sergio Muñoz-Martínez, autor principal del estudio.

Estudios anteriores han demostrado que la espera o el retraso del tratamiento en dos meses conllevan peores resultados. Se demostró que las enfermeras de oncología hepática han asumido un papel más central en la realización de consultas telefónicas con los pacientes y en la transformación digital de los servicios.

"La crisis de COVID-19 ha promovido la inversión en las enfermeras de oncología hepática para reflejar su creciente papel, así como en la educación y el asesoramiento de los pacientes y sus familias", añade el doctor Muñoz-Martínez.

El investigador detalla que este estudio sobre los efectos de la COVID-19 en pacientes con antecedentes de cáncer de hígado, así como en pacientes en los que se diagnosticó cáncer de hígado durante la infección por el SARS-CoV-2, es esencial para identificar el impacto real de la COVID-19 y así poder informar de la mejor manera posible sobre las medidas más apropiadas que deben adoptarse en el futuro, ya sea mientras persista esta pandemia o si surge otra crisis de salud pública.

"Los análisis futuros proporcionarán una información inestimable en torno a la eficacia clínica de las estrategias que se han aplicado durante esta devastadora crisis sanitaria", concluye el doctor Muñoz-Martínez.

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