​La historia de Ignacio Galán, abogado charro, después de 12 años en Bélgica: “Bruselas ha recuperado el pulso tras los atentados”

Este salmantino, que emigró para hacer prácticas en un despacho de abogados y se quedó, tiene una vida completa hecha allí, con dos hijos “estupendos” y, aunque no sabe lo que deparará el futuro, está integrado a la perfección

 Ignacio Galán con su hijo
Ignacio Galán con su hijo

Muchos son los salmantinos que emigran fuera en busca de trabajo y, tras un tiempo en la ciudad que sea, vuelven a casa con una experiencia más que satisfactoria. Otros, sin embargo, deciden quedarse allí donde están, construyendo su vida e integrándose a la perfección como si de su pueblo natal se tratase.

Es el caso de Ignacio Galán. De los 39 años que tiene, 12 de ellos los lleva viviendo en Bruselas y 10 trabajando en un despacho de abogados internacional. Este charro se muestra “muy contento” por tener la suerte de trabajar en temas relacionados con los que estudió (cursó Derecho en la Universidad de Salamanca) y recuerda cómo fue todo para terminar en la capital belga.

Ignacio fue, hace más de una década, a hacer prácticas a Bruselas “para coger experiencia en despachos e instituciones”, algo que hace mucha gente en la ciudad belga puesto que es “una ciudad de paso”. Tras estar allí un tiempo, volvió a Madrid a trabajar, pero “tuve la oportunidad de volverme aquí (Bruselas), donde estaba mi mujer, que también es de Salamanca, trabajando”.

Unos primeros días que “no fueron sencillos” pero que con amigos “se lleva mejor”

Respecto a sus primeros días, Ignacio Galán recuerda que “no fueron sencillos”, aunque el hecho de ir a hacer las prácticas a los despachos a un país extranjero con un par de amigos “se lleva mejor”. Eso y el juntarse con más españoles, explica, puesto que poco a poco se fue haciendo a la ciudad y conociendo a gente.

Mucha de esas personas “están en tu misma situación, viviendo sus primeras experiencias profesionales”, detalla Ignacio. Así que “hicimos un grupo de gente muy agradable, y casi todo mi núcleo de amigos nació de esa pandilla”, recalcando que “se inició una gran amistad”.

De hecho, Ignacio destaca que “en contra de lo que la gente puede pensar, Bruselas es para la gente joven una ciudad divertida”, por lo que es fácil encontrarse con jóvenes “con las mismas afinidades y ganas de hacer las mismas cosas”. Así, te juntas con gente “con las mismas inquietudes y terminas con un grupo de amigos creado en función de las afinidades”.

Una vida hecha con dos niños nacidos en Bélgica

Ignacio Galán ya tiene su vida hecha en Bruselas. Tiene dos niños “estupendos”, Santiago y Nuria, nacidos allí en Bruselas, y vive con su mujer, también salmantina. Su vida diaria consiste en llevar a sus hijos a la guardería y el colegio, que se encuentran en su barrio, Etterbeek y, “si no llueve, me doy un paseo hasta la oficina, que se encuentra en el barrio donde están todas las instituciones” y hasta donde tarda poco más de media hora.

Eso sí, este abogado charro recalca que “si hace regular o llueve, que es lo habitual, voy en metro, y tardo unos 15 minutos”.Ese barrio es Leopold Quarter, también llamado por mucha gente de allí Quartier Européen, al albergar todas las instituciones europeas. En su despacho son cerca de 10 españoles, dando buena cuenta de la gran cantidad de multiculturalidad que hay.

Una vez en la oficina tiene una para comer, algo que hace en la propia cantina de su edificio, que alberga “un restaurante que está bastante bien”, o en los alrededores cuando almuerza con su mujer, “que también trabaja cerca”. Después, cuando sale, vuelve a casa sobre las siete de la tarde y hace “lo que hace una familia normal. Baño a los niños, cenamos y vemos la tele un rato”.

Los fines de semana, eso sí, cambia. Ahora en verano, si hace bueno, va a la piscina. Y durante el año “llevo a los niños a jugar en un equipo de fútbol que tenemos los españoles”. Este se llama ‘La Rojita’, y más que un club “es una asociación” que crearon algunos padres que se juntaban para jugar al fútbol.

Ahora, además del equipo de fútbol 11 en el que Ignacio juega con sus amigos y compiten en una liga, está la estructura de la cantera, que está formada por cerca de 150 niños, casi en su totalidad españoles o de origen español, que son entrenador por los propios padres, en su gran mayoría. Se juntan “dos veces al mes, que alquilamos un campo, y también tenemos nuestras camisetas”, cuenta con orgullo, asegurando que es “una pasada”.

“Lo que más me gusta es la gente. Hay un intercambio cultural muy enriquecedor”

Ignacio explica que, tras los italianos, seguramente la española sea la comunidad más numerosa en Bruselas. Eso sirve para ilustrar lo que más le gusta de la capital belga, que es “la gente”. “Hay gente muy diversa, y es enriquecedor conocer otras culturas, gentes e idiomas”, continúa, explicando además que hay gente de varios sitios, tanto de España como de fuera, que luego se convierten en tus amigos. Así, lo mejor de Bruselas, sin duda, es “la multiculturalidad, que se da hasta en el trabajo”.

Otro ejemplo de su multiculturalidad son sus hijos, “nacidos los dos aquí y que hablan español, como hacemos en casa”. Van a un colegio público de Etterbeek y tienen unos amigos “fabulosos” de varios países. Además, en la escuela estudian francés, que han aprendido a la perfección gracias a los profesores de ambos, por lo que creen que han tenido también “mucha suerte” a la hora de integrarse en la vida belga.

La ciudad ha recuperado la normalidad tras los atentados

Toca ahora hablar de uno de los momentos más desagradables para cualquier belga: los atentados del 22 de marzo acaecidos en Bruselas. Ignacio los recuerda perfectamente “porque me pillaron cerca de donde habían sido, los del metro, no los del aeropuerto. Trabajo relativamente cerca, y lo recuerdas, porque vivimos momentos de tensión”.

Pero desde ese preciso instante “se intentó recuperar la normalidad, y la gente salió a la calle a hacer vida normal”. Hoy en día “sigue habiendo militares y camiones por las calles, patrulla el ejército, pero cada vez menos, aunque hay”, detalla, recalcando que se ha vuelto “a la normalidad pero sin olvidarlo (los atentados), aunque queda lejos”.

Asevera así que “Bruselas ha recuperado el pulso y la normalidad poco a poco, y aunque quedan militares patrullando, como antes de los atentados, en el día a día se dan situaciones normales sin tanta alarma”.

“Salamanca siempre se echa de menos, pero Bruselas es muy recomendable”

En 12 años a Ignacio le ha dado tiempo a conocer toda Bélgica. Así, cuando sus amigos van a visitarle, durante el verano, recomienda ir a Brujas, “una ciudad muy pequeña, coqueta, como de cuento de hadas, y que la ves en media hora”. Otra parada obligada es Amberes, que no cae muy lejos y es una ciudad “con más dinero, con uno de los puertos más importantes de Europa”. Por último está Gante, “entre medias, una ciudad más grande que Brujas pero bastante acogedora con sus canales, recomendable para ir de vacaciones y pasar unos días”.

Tampoco desentona Bruselas, que como cada verano ha tenido su tapiz de flores en la Grand Place. Pero no sólo aconseja ir para visitarla, ya que “para una primera experiencia de trabajo está muy bien, tiene bastante oferta laboral y es un sitio para mucha gente de paso”. De hecho, insiste en que “es muy, muy recomendable porque te abre las puertas para todo”.

Él, después de sus primeras prácticas en la capital belga, estuvo trabajando en una consultora “por el hecho de hacer prácticas aquí”, ya que las empresas tienen muy en cuenta a los que han trabajado en Bruselas para “contratar gente para los despachos”. Así, se hace más accesible acceder a despachos internacionales, concluye.

Respecto al futuro, no niega que Salamanca “siempre se echa de menos”, y pasó aquí 15 días en vacaciones. “Se echa de menos la familia, los amigos, y lo demás. Le decía a mi hermano que estos días he redescubierto Salamanca, paseando con el niño, porque fui con él a visitar la Catedral, la Clerecía, la Universidad, la Casa de las Conchas… Salamanca me parecía maravillosa, nunca la había visto como turista”.

Por ello anima a todos los salmantinos a “mirar hacia arriba” cuando pasean por el casco histórico, algo que, por costumbre, no se suele hacer. Él se quedó “enamorado”, y lamenta que “no te das cuenta de lo bonito que es hasta que estás fuera y estar tiempo sin ir”, así como “lo que se echa de menos”. Por ello, no descarta volver, puesto que “no sabes lo que te deparará el futuro”, pero lo ve difícil ya que “tengo aquí la vida hecha”. 

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