El perro es el mejor amigo del hombre, una frase que seguro todo el mundo ha escuchado alguna vez, pero si nos paramos a analizarla veremos que su significado va más allá de una simple amistad entre animal y humano. Un perro puede llegar a ser un “salvavidas” que ayude a salir a flote a una persona, incluso cooperar a que sus recuerdos e ideas se vuelvan más lúcidas como en el caso de las terapias asistidas con animales en personas con demencia: una labor fundamental que se realiza en el Centro de Referencia Estatal (CRE) de Atención a Personas con Enfermedad de Alzheimer y otras Demencias del Imserso en Salamanca, que presta ayuda a una veintena de pacientes en la actualidad.
Elisa Pérez Redondo es la responsable de intervención asistida con animales en el CRE, diez años de experiencia y sus perros, en la actualidad ‘Moka’ y ‘Pipo’, le han permitido formar un equipo vital para las personas que padecen demencia. Su trabajo, como bien relata a Salamanca24horas, “está enmarcado dentro de las terapias no farmacológicas, ya que todavía no hay nada a nivel farmacológico que pueda erradicar la enfermedad. Lo que se ha trabajado a lo largo de los tiempos es aportar con las terapias no farmacológicas apoyo a la persona a la hora de llevar a cabo su vida diaria como un complemento. De lo que se trata es de poder avanzar y preservar las capacidades de la persona o poder dar las necesidades de apoyo que necesite”.
Después de diez años trabajando con perros y personas que padecen demencia, Elisa manifiesta que los principales beneficios que se han descubierto son “el nivel emocional, que es la gran diferencia de la terapia con perros respecto a otras, por la conexión existente con el entorno, la efectividad o el expresar emociones tanto positivas como negativas, porque en un centro en el que tienes una visita puntual de los familiares, los perros aportan esa calidez y amor”.

Al mismo tiempo, el vinculo que se genera con el perro “genera motivación, por lo que se permite trabajar con unos objetivos funcionales. También nos aporta el tema de reminiscencia, donde las personas que han tenido perros recuerdan anécdotas de vivencias que ayudan a la hora de relacionarse, creando un espacio mucho más seguro, de protección, de cariño y de afecto”.
La duración de las terapias depende de las necesidades individuales de cada persona en función de los objetivos que se marcan en el PAI (Plan de Atención Individual) cuando el usuario entra a formar parte del CRE, único lugar donde los perros interactúan con los pacientes.
Respecto a los requisitos que debe tener un paciente para tener contacto con el perro en las terapias es importante que la persona cumpla unos determinados criterios de inclusión: “El paciente debe tener afecto por los animales y tiene que participar de forma voluntaria, ya que nunca se obligada a nadie, y luego que no tiene que padecer alergias o miedos, ni ningún tipo de enfermedad que le impida estar en contacto con el perro”. Además, “serán las personas con menos posibilidades de intervención en otras terapias, por ejemplo, aquellas que no pueden hablar, y, por tanto, no pueden hacer una estimulación cognitiva de lápiz y papel, por lo que se le motiva con el perro, porque lo que se trata es de dotar a la persona con el mayor número de actividades acorde con su enfermedad”.
A la hora de realizar las terapias, tanto individuales como grupales, se utiliza a un animal diferente en función de los objetivos que se quieran trabajar: “Si tengo una persona que sé que ha tenido un perro que es más pequeño, intento llevar uno similar porque sé que me va a ayudar a trabajar la reminiscencia y le va a ayudar a trabajar la memoria”, reconoce Elisa.

Los labradores o los Golden son, en este caso, los perros más “manejables” a la hora de realizar estas terapias asistidas. En el caso del perro labrador, Elisa confiesa que “es un tipo de perro que da mucha capacidad de trabajo y un entrenamiento muy fácil porque le gusta mucho la comida y tiene, además, mucha resistencia”, motivo por el que “se utilizan para las personas con discapacidad visual”.
No obstante, la raza no es lo primordial para realizar este trabajo: “La principal característica que debe tener el perro es que sea sociable y le gusten las personas, además de ser obedientes, porque no tiene ningún sentido trabajar con perros a los que no les gusta interactuar porque no nos van a ayudar”.
De esta manera, el trabajo con los perros permite que los pacientes con demencia mejoren sus habilidades, su calidad de vida, el fortalecimiento de su memoria y la mejora de su estado de ánimo.
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