El sueño no es solo una de las actividades a las que más tiempo dedicamos en nuestra vida - una media de 25 años - sino también uno de los aspectos fundamentales de nuestra salud. Además, mientras dormimos el cuerpo no deja de trabajar y se producen numerosos procesos internos, que son vitales, a lo largo de los cinco ciclos del sueño. ¿Sabías, por ejemplo, que mientras dormimos el cerebro tiene más actividad incluso que cuando estamos despiertos? ¿O que durante el sueño nuestra piel se regenera y de ahí la insistencia de los expertos en belleza de lo importante que es dormir un mínimo de ocho horas?

Os desvelamos, de la mano de los expertos de la Cátedra del Sueño de la Universidad de Granada – LOMONACO la importancia en nuestros cuerpos de los procesos vitales que ocurren en el organismo cada noche, más allá de conseguir un buen descanso.

El cerebro alcanza su máxima actividad. Durante la noche, el cerebro trabaja intensamente para reparar los daños causados a lo largo del día. Sin embargo, esta actividad no es constante, sino que cambia a lo largo de las horas de descanso según las distintas fases del sueño.

Un ciclo de sueño está compuesto por cinco fases distintas:

Fase 1 y 2: se inicia el ciclo de sueño y se pierde la consciencia y control del cuerpo. La actividad cerebral en estos momentos se reduce, los ojos se mueven lentamente y el estado de alarma disminuye.

Fase 3 y 4: se entra en un sueño profundo y la actividad cerebral es muy lenta.

Fase 5: es la que conocida como fase REM - por sus siglas en inglés, Movimientos Oculares Rápidos - debido a que durante esta fase los ojos se mueven rápidamente y en todas direcciones. En esta fase, el cerebro se encuentra en su máxima actividad, incluso mayor que cuando estamos despiertos.

Para conseguir un buen descanso, se debe repetir a lo largo de la noche este ciclo de sueño entre tres y siete veces. Además, cada una de las fases se asocia en mayor medida con un descanso específico ya sea físico, mental, emocional o de fijación de aprendizajes. Si el ciclo se rompe y no se pasa por las distintas fases, el cuerpo no podrá repararse y nos levantaremos cansados.

Gracias a toda esta actividad que se produce en el cerebro a lo largo de la noche, el cuerpo es capaz de organizar la información y los recuerdos que se han generado a lo largo del día. La información recibida se almacena en las neuronas del hipocampo. Al llegar la noche, las conexiones neuronales que recogen información importante se fortalecen y las creadas a partir de datos irrelevantes se debilitan hasta perderse. De esta forma, la información que se considera útil pasa a formar parte de la memoria mientras dormimos. Además, según una hipótesis, "para perder esa información diaria es necesario que las redes neuronales que han almacenado la información se hiperestimulen para poder olvidarlo, y sería esto lo que provocaría los sueños", explica el Doctor Alejandro Guillén-Riquelme, experto de la Cátedra del Sueño de la Universidad de Granada – LOMONACO.

Se produce la hormona del crecimiento y las hormonas encargadas del apetito
Mientras el cerebro va pasando por las distintas fases del sueño, la producción hormonal cambia drásticamente respecto a cuando estamos despiertos.

Al dormir se segrega melatonina, una hormona que interviene en la regulación del sistema inmunológico. Esta es fundamental en el ciclo de sueño, ya que regula el reloj biológico y, cuando aumentan sus niveles en el cuerpo, nos produce sueño. De la misma forma, está también implicada en los momentos del día en los que se tiene sensación de hambre, o con mayor energía, entre otros procesos, y también es un potente antioxidante.

El cuerpo también segrega durante el sueño la hormona del crecimiento, cuya producción aumenta especialmente durante la fase del sueño profundo o fase REM. En concreto, la secreción de la hormona del crecimiento se regula en el hipotálamo y llega a su punto más alto aproximadamente 20 minutos después de quedarnos dormidos.

Otra hormona producida en el hipotálamo mientras se duerme es la hormona antidiurética o vasopresina, la causante de que no haya necesidad de ir al baño durante la noche, ya que sus niveles decrecen en estos momentos, pero sí al levantarse al día siguiente.

Por otro lado, cuando no se duerme bien o se reducen las horas de sueño, se descontrolan los niveles de leptina y grelina en el cuerpo, las hormonas encargadas del apetito y de crear una sensación de saciedad, algo que afectará al metabolismo.

En el corazón, se modifican el ritmo cardiaco y la presión arterial
Al dormir el cuerpo repone energías para que al día siguiente pueda seguir funcionando al máximo. Para que se puedan volver a cargar esas energías, el corazón desciende su actividad durante la noche y ralentiza su funcionamiento. El ritmo cardiaco y la presión arterial se modifican y, como consecuencia, la sangre que el corazón transporta al resto del cuerpo es de "mejor calidad" y más rica en proteínas.

Aunque, en general, al estar en un momento de reposo, el corazón ralentiza su funcionamiento durante la noche, hay personas que pueden experimentar una subida de su tasa cardiaca en los cambios de una fase del sueño a otra, aunque esta volverá a estabilizarse una vez se haya consolidado esa nueva fase.

Huesos y músculos descansan durante la noche

La noche es el momento en el que los huesos y músculos pueden descansar. Al dormir en posición horizontal, las articulaciones no necesitan soportar el peso del cuerpo, por lo que los músculos se relajan. A lo largo de las fases del sueño el tono muscular se va alterando, y al llegar a la fase REM sufre una reducción muy marcada.

Por otro lado, en la columna vertebral, los discos intervertebrales se regeneran y se rellenan de una sustancia fundamental para ejercer su función amortiguadora. Esto ocurre porque, cuando disminuye la "carga" al estar tumbados, los discos de la columna dejan de estar comprimidos y se incrementa la separación entre las vértebras, algo que supone que durante la noche la altura pueda aumentar hasta dos centímetros.

La temperatura corporal cambia según las fases del sueño

Otro de los grandes cambios que se produce a lo largo de la noche es el control de la temperatura corporal. De forma habitual, durante la fase REM se produce una subida de la temperatura corporal, que continúa variando a lo largo de las distintas fases del sueño.

La vista se regenera y la piel expulsa toxinas

Al igual que otras partes del cuerpo, la piel y la vista se regeneran a lo largo de la noche. En el caso de la vista, se regenera la película lagrimal que protege la córnea, que está más tersa al despertar. Y como todos hemos podido experimentar, tras un buen descanso, las ojeras desaparecen.

Por otro lado, durante el sueño el cuerpo elimina toxinas a través de los poros de la piel. Además de eliminar esas toxinas acumuladas durante el día, también se eliminan aquellos elementos "dañados", como la elastina y el colágeno, que se sustituyen entonces por nuevas fibras. En todo este proceso de renovación que la piel sufre a lo largo de la noche se produce una gran pérdida de agua, por lo que la piel se deshidrata más por la noche que por el día.


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