Así es, vuelvo a sentarme frente a la cálida luz del flexo de mi biblioteca, del que en más de 25 años, tan sólo he necesitado cambiar la bombilla en dos ocasiones, a pesar de disfrutar cada noche de su necesaria fuente de claridad. Esta semana, y sin mucho ánimo de extenderme y ocuparle más tiempo del debido, me gustaría aflorar un asunto que por controvertido y opaco, son muchas las personas que lo desconocen o tienen conocimientos desvirtuados.

Todos conocemos la enfermiza fijación que el dictador Francisco Franco Bahamonde tenía con la masonería. Su empeño por emparentarla con los judíos de forma reiterada, provocó que este funesto personaje no reconociera nunca el nuevo estado de Israel, ni mantuviese relaciones diplomáticas. Jamás reconoció los daños que la sangrienta inquisición hizo a los judíos que vivieron en España. Durante su mandato, el insulto de “masón” se convirtió en uno de los más graves, y si ya te decían “rojo masón”, entonces podías echarte a temblar. Durante todo el régimen, la masonería fue perseguida y duramente reprimida y castigada, hasta que tras la muerte del señor bajito con voz de pito en 1975, se legalizó nuevamente, concretamente en el año 1979.

No es un secreto que Franco sentía animadversión hacia su padre y su hermano Ramón. Este odio viene dado porque estos miembros de su familia eran conocidos masones, mientras que el “generalísimo” intentó ingresar en la orden al menos en dos ocasiones sin éxito. Ahí es donde puede estar el germen de su odio y persecución a la masonería. Si sumamos su cerrazón a la de la Iglesia Católica, el resultante acabó siendo el que ya conocemos. Masones encarcelados, torturados y vilmente asesinados durante el gobierno dictatorial de un hombre que a todas luces escondía bajo el cascarón la figura de un ser acomplejado, lleno de inseguridades y con una enorme carga de tiranía sobre sus espaldas.

Y así, transcurridos prácticamente siete años desde el óbito del general, la Gran Logia de España se constituyó de forma oficial mientras un tal Naranjito andaba por las calles pegando patadas a un balón de fútbol. Aquellos eran convulsos en los que la masonería aún supuraba falsas y desdibujadas etiquetas heredadas de la sanguinaria y extendida etapa franquista. El concepto que la gran mayoría de la población tiene de la masonería, está aún hoy en día muy alejado de lo que en realidad supone el contexto y la filosofía de esta entidad discreta y filantrópica, relacionándola con conceptos distorsionados y conspiranoicos. Dejando en capítulo aparte la dura persecución franquista, la masonería debe entonar el mea culpa en todo lo referido a su transparencia en el escaparate de la sociedad democrática de la España del siglo XXI. Pero creo oportuno explicar brevemente un concepto que posiblemente usted desconozca sobre la masonería, y que está ligado a lo regular y lo irregular.

Las determinaciones tomadas por los Grandes Orientes de Francia y de Bélgica en 1854, eliminaron el artículo que obligaba a creer en el Gran Arquitecto del Universo y en la inmortalidad del alma. También suprimieron la prohibición de admitir mujeres, algo que provocó un gigantesco escándalo especialmente en Inglaterra y Estados Unidos. La Gran Logia Unida de Inglaterra rompió todas las conexiones con estas obediencias continentales, apestándola por su ideario y forma de entender la masonería. Así, actualmente nos encontramos con la masonería regular o anglosajona, que solo admite hombres que creen en Dios (G.A.D.U.) y en la eternidad o inmortalidad del alma. En paralelo, está la masonería irregular o liberal, que interpreta liberalmente las Constituciones de Anderson y permite entre sus hermanos a hombres y mujeres, a personas con cualquier tipo de creencia (dioses, energías, etc.).

La Gran Logia de España representa a la masonería regular, aunque en boca de su Gran Maestro, el polémico Óscar de Alfonso Ortega, no existe otra masonería aceptada, mostrando un poco velado desprecio hacia los masones que se acogen a su libertad individual para iniciar su vida masónica en logias irregulares. El máximo mandatario de la Gran Logia de España, no tiene categoría masónica y mucho menos personal para ningunear a aquellos que conciben la masonería de forma más fiel y plural. Un hombre que se exhibe dándose bañitos en jacuzzis y las postea con hashtags tan llamativos como #sexo, #abuelopedofiloamilado o #chupar, no debería representar a ninguna corriente masónica, si acaso, presidir algún tipo de club o comunidad de vecinos malavenidos. Un portador de mandil, jamás debería actual como potentado, y si abriendo las miras y respetando a cada uno de los masones que hay repartidos por todo el mundo, indiferentemente de si tienen un Dios o una vagina.

Algo no debe estar funcionando bien en la masonería más institucional cuando el controvertido Gran Maestro de la Gran Logia de España, ha sido elegido el pasado 16 de noviembre Secretario Ejecutivo de la Conferencia Mundial de Grandes Logias Regulares. Una persona que hace apología de la ostentación, que no cuida la imagen de la masonería en sus publicaciones en las redes sociales, que ha tenido algunos opacos episodios en su trayectoria dentro de la Gran Logia de España, no debería representar a los masones, por muy regulares que sean. Si él es el guía de una parte de la masonería, está claro que la otra parte es la acertada, donde al menos los hombres de bien, los auténticos librepensadores siguen teniendo la libertad para ponerse en pie y expresar en voz alta: “Mantengamos vivos los antiguos usos y costumbres, alejados de la soberbia, el despilfarro y la egolatría”.

Quizá, y por cerrar el círculo con el que comenzaba este artículo, esta masonería que “regularmente” se profesa, hubiera sido más del agrado del difunto dictador, pero eso es algo que ya no podremos saber. ¡Cuánto debe apretarle el mandil a aquellos que se saben súbditos y no hermanos!

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