Canarias, ese polo de atracción para propios y extraños, para aquellos que buscan sol y playa, y también para los ávidos buscadores de cultura y toma de contacto con las raíces de los lugares que visita. Sea como sea, nuestro archipiélago es el conjunto de ocho escenarios que a su vez, cada uno de ellos se muestra con diferentes ropajes naturales y culturales. Sin duda, el Valle de Güímar es uno de estos puntos geográficos, del que ya hemos hablado en más de una ocasión, pero nunca para referirnos al tema que nos ocupa esta semana. Hemos apuntado miras hacia el conocido Barranco de Badajoz –del que pronto volveremos a escribir-, hacia un hotel “con encanto”, hemos hablado sobre la ritualística afrocubana en la zona… pero hasta ahora nunca sobre las conocidas como Pirámides de Güímar.

Estas interesantes estructuras piramidales –seis en total- fueron descubiertas a finales de los años 80 del siglo XX por algunos miembros de la Confederación Internacional Atlántica, de la que merecería hacer un monográfico en este dominical para recuperar sus luces y sus sombras en el ámbito de la investigación/divulgación de los temas próximos al misterio, enigmas y la historia controvertida. ¡Tomo nota! Aquel “descubrimiento” atrajo la atención del desaparecido periodista e investigador, Paco Padrón, quien en 1990 escribió algunos artículos en prensa sobre las pirámides que permanecían ocultas en el olvido y que ahora veían la luz pública. Y como la madeja que poco a poco se va soltando, ese mismo año la noticia del hallazgo llegó a conocimiento del explorador noruego Thor Heyerdahl (fallecido en 2002), conocido por sus investigaciones y expediciones para demostrar la posibilidad del contacto a través de los océanos entre culturas de la antigüedad. En el momento que Heyerdahl se encontró de frente con las estructuras de Güímar, asumió y dio por buena la teoría que sustenta que se trata de la gran prueba del paso de los egipcios por las Islas Canarias en dirección hacia América, demostrando así, que los conocimientos de los pueblos precolombinos sobre pirámides, fueron implantados nada más y nada menos que por los propios egipcios. Y así, de este modo, trasciende a la opinión pública que las pirámides de Güímar son un claro expediente enigmático datado muchos siglos atrás, a pesar de que algunas pruebas arqueológicas y documentales apuntaban no más allá del siglo XIX, y las relacionaba con conceptos agrícolas extendidos en otros puntos de Canarias. En esa corriente que surge por conocer exactamente que son estas formaciones manufacturadas con piedras, desde el Instituto Astrofísico de Canarias (IAC) y la Universidad de La Laguna (ULL), se impulsa una investigación que concluye lo siguiente: “Se trata de majanos (apilamientos de piedras propios de las tareas agrícolas) del siglo XIX. Orientados hacia los solsticios de verano e invierno. Los guanches, atlantes o egipcios nada tienen que ver con estas estructuras”. Ante tanta confusión, muchas veces intencionada y orquestada desde diferentes ámbitos –académicos y públicos-, emanan de este interesante expediente, tres principales teorías sobre las que trabajar.

Teoría académica

Defiende que las pirámides de Güímar son simples amontonamientos de rocas volcánicas, apiladas por los agricultores como resultado de la preparación de sus tierras para ser cultivadas (majanos). La datación apunta al siglo XIX, basándose en las cerámicas encontradas durante las “pobres” excavaciones realizadas sobre el terreno. Calificarlas de pobre no es gratuito por mi parte, si atendemos a que estas prospecciones del terreno realizadas por arqueólogos de la Universidad de La Laguna, fueron insuficientes al realizarse en profundidades oscilantes entre los 50 y 150 centímetros, y descartando otro tipo de catas más intensas en el terreno que permitan acceder a sedimentos quizás, más antiguos.

Teoría guanche

Los argumentos esgrimidos para defender que fueron los guanches quienes construyeron las pirámides, señalan a que estas construcciones están perfectamente diseñadas, provistas de escaleras y otras alineaciones en piedra, con intención de convertirlas en puntos ceremoniales. El ejemplo más claro y que en los últimos años se ha recuperado a modo de recreación, es la celebración de la llegada del solsticio de verano. Recordemos que los lados más largos de algunas de las terrazas que rodean a las pirámides güimareras, señalan la dirección de los solsticios. En definitiva, estaríamos hablando de un púlpito desde el que adorar el nacimiento del Magec. No debemos descartar como dato o nota al margen, que los guanches tenían conocimientos geométricos tal y como se desprende por ejemplo del diseño de algunas pintaderas. Pruebas de construcciones piramidales en pueblos bereberes hay más que de sobra, ¿por qué dejar al margen de esta posibilidad al pueblo canario?

Teoría masónica

Según se desprende del libro “Las Pirámides de Güímar: mito y Realidad”, escrito por Juan Antonio Aparicio y César Esteban López, la teoría que defiende el origen masónico de estas estructuras es más que posible. ¿Masones y pirámides? De entrada a mí me parecía descabellado, pero merece la pena conocer los ingredientes en su defensa. Al parecer, en 1854, Antonio Díaz Flores, antiguo propietario de la parcela y masón, aprovecharía la presencia de esos amontonamientos de piedras fruto de tareas agrícolas anteriores, para de alguna manera reconstruirlas dándole un significado simbólico ligado a los solsticios como homenaje a la francmasonería. De este modo, Díaz Flores habría “saneado” el terreno repleto de pencas, aprovechando para dejar su impronta masónica.

Tras el rastro de otras pirámides

En Canarias existen o han existido aproximadamente una quincena de estructuras piramidales, diseminadas en su mayoría entre la isla de Tenerife y La Palma, aunque algún ejemplo hay en otras islas. En Tenerife podemos situarlas en el Puerto de la Cruz. La Orotava, Icod de los Vinos o ya en la vertiente sur, en Guía de Isora. Precisamente, es en el municipio de Icod de los Vinos donde podemos encontrar varias pirámides, entre las que destaca una de gran tamaño situada en medio de los terrenos de un agricultor de la zona. En el mismo municipio, concretamente en medio de una plantación de plataneras en la zona conocida como Camino de la Suerte, nos topamos con otra estructura de llamativo porte. Sin duda, y en Icod de los Vinos hay innumerables pruebas de ello, las diferentes etapas de construcción urbanística del municipio han servido para ir solapando lentamente estos vestigios del pasado, quedando sepultados bajo la losa del “progreso”. Si nos dirigimos hacia el sureño municipio de Guía de Isora, lo que encontraremos es un conjunto de cinco estructuras que según parece, en el pasado estuvieron enlazadas por muros. Se han encontrado en sus alrededores y también entre el material que conforman las pirámides, importante cantidad de cerámica guanche. Basta con preguntar a los más viejos del lugar para que te cuenten que ese era un punto en el que los aborígenes practicaban ritos y hablaban con los desaparecidos.

En La Palma, concretamente en Garafía, existió una pirámide con piedras llenas de grabados (petroglifos). Si nos vamos hasta una zona que hay entre Santa Cruz de La Palma y el Aeropuerto de Mazo, llama la atención una formación que está de camino entre una pirámide y algo parecido a un caracol. Es la conocida como pirámide de Los Cancajos y lo llamativo es que está a poca distancia de un acantilado. ¿Qué es lo que resulta llamativo?, pues que si mantenemos la teoría de que se trata de simples majanos, amontonamientos de piedra fruto de la limpieza del terreno por parte de los agricultores, lo más razonable sería pensar que el campesino de la zona opte por lanzar al precipicio este material, ganando así más superficie para cultivar, y no apilarla de forma tan ordenada sobre su propio terreno. Seguimos nuestra ruta palmera, y encontramos entre El Paso y Los Llanos de Aridane, la conocida como pirámide de los cernícalos, aunque en este particular caso la datación parece estar más clara y la sitúa en pleno siglo XX.

Sea como fuere, las pirámides canarias, y concretando en las del Valle de Güímar, suponen un punto de inflexión entre aquellos que buscan trazas del pasado para acentuar el acervo cultural, y aquellos otros que no tienen inconveniente en embostar de confusión todo aquello que tocan.

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