Un halo de polvo y el sonido constante de los cinceles sobre la piedra reciben a quien se acerca hasta el taller de escultura en piedra en Villamayor de Armuña. La concentración solo se rompe cuando alguien pregunta algo o hace un chascarrillo, porque los alumnos de este grupo ya no son solo compañeros, se han convertido en amigos ya que algunos de ellos llevan años compartiendo afición.
Desde 1998 lleva activa esta iniciativa que arrancó el artista David de la Mano y que tiene alumnos tan fieles que algunos de ellos llevan 14 años asistiendo. Relieves, figuras, bustos, esculturas, … cada uno elige un proyecto que trabaja una vez a la semana en una experiencia que todos califican de enriquecedora. Los más veteranos son Ángel, Luis y Modesto que llevan ya 14 años y que, por tanto, tienen una experiencia más que dilatada en el arte de tallar la arenisca. Bernardo, Miguel Ángel, Víctor, José y Aladino llevan 7 años y el último que se ha unido al grupo, Manolo, 2 años. De sus manos han salido todo tipo de proyectos, desde Meninas a trofeos y todo tipo de bajo relieves o esculturas de todos los tamaños. Algunos trabajan en proyectos que combinan escultura y pintura, como una recreación de cuadros de Gustav Klimt e incluso han realizado algún trabajo de restauración de piezas tras actos vandálicos. Un proyecto que arrancó “en un momento en el que la talla y la cantería no se enseñaban, se aprendía el oficio viendo trabajar”, asegura David.
Según su profesor, David de la Mano, “muchos de ellos ya son verdaderos profesionales, están mucho más preparados a lo que pueda estar alguien en una escuela de arte o en la facultad, llevan mucho más tiempo trabajando solo la piedra”. Reconoce que juntos “hemos hecho trabajos demenciales a nivel de cantería, trabajos brillantes”. Uno de ellos fue la columna labrada como un homenaje a los canteros de la localidad que está ubicada en la travesía de la localidad. Una idea de David de la Mano que se concretó en 17 tramos de piedra labrada por muchísimas manos en un proyecto que quería reflejar la visión de cada mano que la talló en su momento. “Es el proyecto más grande, en cuanto a dimensiones que hemos hecho. Tardamos cinco años en terminarlos y en el participaron todos los alumnos del taller”. También participaron alumnos de Bellas Artes y canteros. Un trabajo altruista que ha quedado como emblema de una localidad marcada por la piedra y el oficio de cantero, una localidad de cuyas canteras salieron los grandes sillares que han dado fama mundial a Salamanca y cuyos vecinos dejaron su impronta en cada golpe de maceta.
Ya no quedan canteros y la piedra se extrae por encargo. El que fuera motor de la economía de la localidad ha perdido impulso, pero no su legado y por eso es muy importante mantener el conocimiento y la memoria. Por eso, los alumnos de este taller de cantería son un medio para mantener vivo un oficio que ha pasado a ser más una afición o una expresión artística que un trabajo del que vivir.
“Yo sigo pensando que en Villamayor resistimos a un nivel que sobrepasa lo local, porque se está dejando de prestar atención a lo artesanal. Salamanca sigue siendo una isla con respecto a algunas cosas y mientras en la mayoría de las escuelas de arte apuestan por la impresión en 3D y las nuevas tecnologías en Salamanca se mantiene también lo artesano”, asegura David de la Mano, que además es profesor en Bellas Artes. “Nuestra luz es mantenernos ahí para que no se pierda lo que hacemos desde aquí”, añade.
Por eso, la recuperación de lo artesano, aunque sea desde un punto de vista amateur o, como los alumnos del taller, por afición es tan importante. También es importante la labor de divulgación y de investigación que se realiza en actividades como el Congreso de Cantería que se organiza en la localidad en colaboración con las universidades o el trabajo que se realiza desde la Asociación La Pica, con un taller en la iglesia de San Millán en Salamanca o su participación en el programa Las Llaves de la Ciudad. “El objetivo es que se trabaje, se divulgue y se trate la piedra desde un punto de vista multidisciplinar”, asegura David.
En este afán por dar a conocer la talla en la arenisca dorada el taller goza de buena salud. “Este año no lo anunciamos, los alumnos van un día a la semana y la demanda de año en año va creciendo”, asegura David de la Mano. Un proyecto que “es impagable, el taller de piedra para mí es como entrar en una biblioteca, es muy enriquecedor hacer un taller con gente que tiene tanta experiencia y que se ha convertido en un grupo de amigos que se reúnen”, concluye.
Por parte de los alumnos, la experiencia es tan buena que la mayoría de ellos han llegado al taller por el boca a boca, por un amigo que se lo recomendó y siguen ahí después de varios años. Entre golpe y golpe de cincel, cada uno de ellos da forma al bloque en el que trabajan en un espacio que han hecho suyo, a pesar de que las condiciones no son las mejores ya que no tiene ningún sistema de calefacción y en invierno hace frío y no tiene baño. De allí salen piezas únicas y de gran calidad que esperamos poder disfrutar en un espacio expositivo que demuestre que en Villamayor todavía quedan canteros, aunque este no sea su oficio.
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